Opinión

La que le espera

Nunca es fácil aquilatar el comportamiento de un Gobierno cuando se produce una situación excepcional que demanda una actuación que se aparta de lo cotidiano. El exponencial crecimiento de una epidemia de expansión mundial de la que los ciudadanos de a pie no teníamos noticias y que se llama coronavirus, ha disparado las alarmas en nuestro país y coloca al nuevo equipo de Gobierno en una situación incómoda. El coronavirus es, al parecer, una enfermedad de contagio que guarda parecido con algún tipo de gripe, que tiene la gravedad de una neumonía y que, según los expertos, afecta especialmente a los grupos de riesgo. Personas de edad con otras patologías, enfermos crónicos, individuos con defensas bajas, ámbitos insalubres y otros escenarios y colectivos de estas características. Un hombre de edad falleció hace un mes en Valencia aparentemente por neumonía, un desenlace que se ha comprobado ahora atribuible a coronavirus, y ya hay niños localizados en Madrid infectados por la enfermedad.

Son, por tanto, situaciones que nadie puede prever y que le saltan al camino a los responsables ministeriales para colocarlos en situaciones de riesgo como los propios enfermos que lo padecen. Cuando Pedro Sánchez corrigió aquello de que Iglesias le quitaba el sueño, y decidió que hora era de olvidar esas inquietudes y abrir los brazos a un nuevo pacto, no podía suponer que esa coalición gubernamental que se repartiría un número quizá excesivo de ministerio -rigurosamente establecidos para contentar a sus nuevos socios y otorgarles responsabilidades de gestión- se enfrentaría a un fenómeno imposible de predecir que se llamaría coronavirus y que le amargaría su debú a un circunspecto ministro de Sanidad llamado Salvador Illa, que proviene del PSC y que todo el mundo sospechó estaba allí para satisfacer las exigencias del socialismo catalán. Con las competencias diarias trasferidas a las comunidades autónomas, el ministerio de Sanidad es un departamento prácticamente inactivo salvo que se declare una epidemia. Bueno, pues justo le ha pasado a este pobre señor.

Seguramente no contentará a nadie y haga lo que haga le van a buscar las cosquillas. Si se queda corto porque se queda corto, y si toma medidas cautelares potentes porque se excede, al ministro le van a dar la legislatura –recuérdese a Sancho Rof y su bichito- pero eso va en el cargo. Ya es mala pata.

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