Opinión

La teoría del término

Hay términos del idioma que acaban vaciándose de contenido debido al uso abusivo e indiscriminado al que son sometidos según las épocas. Son vocablos que se ponen de moda y que se utilizan sin medida. Y lo que es peor y en más ocasiones de las debidas, sin acierto. Ahora lo que mola en el campo de la política es la palabra “diálogo” y todo parece reducido a eso. Por ejemplo, la resolución de la crisis de Cataluña parece depender de los benéficos efectos del diálogo, y para ello se ha establecido una mesa de negociación entre dos partes muy definidas –Gobierno de la Generalitat y Gobierno del Estado- que se supone van a dialogar hasta que se les caiga el pelo en pos de un acuerdo cuya obtención no parece sin embargo que esté muy próxima entre otras cosas, porque el diálogo, por muy cordial que sea, no puede orillar trabas insalvables de origen jurídico que no pueden ser obviadas sin caer en materia delictiva. Progresos es posible que se obtengan, pero los milagros son más difíciles de conseguir.

Fuera del terreno de la política, la palabra que tiene más presencia es “mestizaje” y todo el mundo la emplea con mejor o peor tino. Se aplica en el entorno social para definir aquellos espectáculos en los que se dan cita argumentos variopintos y no fáciles de congraciar que proceden de culturas distintas, y esta misma disposición ha pasado también a la gastronomía, a la música, a la literatura y a lo que sea menester tenga o no tenga sentido. En algunos casos, la maniobra sí lo tiene pero el producto carece de él. De hecho se pueden mezclar guisos que provienen de lugares y usos muy distintos, pero el resultado puede no ser bueno. La tendencia se ha hecho irresistible y esta cocina fusión que hoy nos distingue es capaz de mezclar, con dudosos resultados eso sí, la gastronomía andaluza con la japonesa, por ejemplo. Hay resultados muy abundantes de estos juegos. Muestras y establecimientos en los que se mixturan fogones de patente japonesa con los de Andalucía los hay y en abundancia. Los resultados ya son otro cuento.

En la canción ocurre con más frecuencia incluso de la debida. A mí que no me pillen en eso porque no le tengo a ese tipo de mestizaje ningún apego. El tango que sea tango. Y el tanguillo que también lo sea. Pero cada uno en su sitio.

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