Opinión

La tribuna de las Cortes

La ceremonia de apertura solemne de la legislatura, escenificada en la sede del Congreso de los Diputados que custodian los dos leones fundidos con los cañones incautados al enemigo en la guerra de África de 1860, ha respondido al fragmentado paisaje que se dibuja a la vista de las debilidades de la legislatura y los inquietantes pactos que la han permitido. Son tales las disensiones en estos pactos que ha necesitado Sánchez para personarse en la Moncloa, que la sesión conjunta, -presidida por el rey Felipe y su familia- se ha llevado a cabo con la ausencia de más de sesenta escaños electos en Congreso y Senado correspondientes a formaciones de las que el presidente ha tenido que echar mano para consolidar su precaria presidencia. De los que asistieron, el representante del PNV se ha negado a aplaudir al rey, pero también lo han hecho muchos de los asientos ocupados por Unidas Podemos, aquellos parlamentarios que conforman la mayoría gobernante y cuya representación está presente en los órganos de gobierno de ambas cámaras, y sobre todo, en las sillas del banco azul, las que albergan a los integrantes del Consejo de Ministros. Es verdad que aquellos miembros del partido que están presentes en el gabinete sí han aplaudido al monarca, pero no lo han hecho la mayor parte de sus compañeros distribuidos por el Hemiciclo. Los que no han aparecido en sus escaños, han convocado un acto paralelo con un manifiesto leído en castellano, catalán, vasco y gallego en el que han acusado de franquista al rey, han insistido en que no les representa, y se han ido a sus casas. El primer día de curso ha sido caótico, unos plantados con las manos a la espalda y otros aplaudiendo frenéticamente al soberano, bronca manifiesta por la ocupación de posiciones en el anfiteatro y todo un rosario de despropósitos que proclaman la inconsistencia de este periodo legislativo que se abre y que no tiene aspecto de cerrarse sin traumas.
Sospecho que los medios de comunicación debemos asumir un papel pedagógico en esta refriega que ha convertido las bancadas del congreso en la tribuna de un campo de fútbol durante un partido de la máxima, cada uno aplaudiendo a rabiar a su equipo y denostando al contrario. Ayer no se dieron cita bufandas al viento, trompetas y cánticos, pero todo se andará, para nuestra desgracia.

Te puede interesar