Opinión

La vida, sus recuerdos y...

El próximo domingo, una parte del país se va a manifestar en Madrid tratando de convencer al presidente del Gobierno para que convoque elecciones lo antes posible. Es una manifestación legal y ajustada a derecho pero trufada de un aroma político tormentoso y difícil de definir. A la España constitucional le han estado tocando con profusión las narices y esta manifestación es lamentablemente un producto de estos tocamientos que han acabado por sacar de quicio a un amplio panorama de la sociedad española harto de cesiones, de complicidades y de dejaciones, de las que hace responsable al presidente del Gobierno, un tipo que no ha tenido el más mínimo sonrojo a la hora de tragar por las imposiciones del nacionalismo catalán y no ha calculado los efectos que estos disparates cometidos en la impunidad de la Moncloa pueden ejercer sobre una sociedad  escaldada y dividida. El proceder del presidente Sánchez ha acabado con la paciencia de muchos españoles, y si yo fuera él y su Gobierno, reflexionaría sobre este escenario confuso en el que nos estamos moviendo. No es un escenario amable, ni siquiera estético. Es un producto desapacible de varios factores que están tensando los cables y que van a acabar por ponerlo todo perdido como explote por las bravas.

Sánchez cometerá un error de bulto si analiza los efectos de esta cita del domingo con la simplicidad con la que está analizando los hechos hasta ahora. Sánchez está decidido a disimular sus errores apelando a subterfugios tan sencillos como culpar de este fenómeno a la derechona montaraz que parece surgir de las cavernas. Es muy dueño de hacerlo y es muy dueño de dirigir su estrategia responsabilizando de la situación a las fuerzas más reaccionarias. Pero se equivocaría y ese análisis le acarrearía más disgustos que alegrías. No es solo la derecha montaraz la que va a acudir a esta cita, ni esta respuesta a los dislates de Sánchez está depositada en manos de la fracción más conservadora del espectro político. Que Sánchez no se engañe o mejor que no le engañe Tezanos. Que piense y medite. Que varíe el rumbo. Que se convenza de que está metiendo el palo en el avispero más de lo conveniente. Y que sea listo, que tampoco es tan difícil.

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