Opinión

Las cartas dadas

La primera sesión del pleno de Investidura no ha manifestado ninguna sorpresa. Las cartas ya estaban dadas y no hay muchos motivos para esperar novedades porque estamos ante una decisión desgraciadamente adquirida de antemano que da paso a una coalición con todos los pronunciamientos para profundizar en  todo lo que separa  a las dos mitades en las que, para nuestra desgracia, está dividido el país.

Ayer era día de escuchar los ofrecimientos con los que Sánchez pretende configurar su gobierno fruto de esta pintoresca e inquietante mayoría. Sánchez es un sujeto peligroso que enmascara su irrefrenable apetito de poder con un disfraz de soñadora utopía. Por eso, su discurso se ha manifestado en esta línea dulcemente revolucionaria y falsamente social que dispara proyectos sin ofrecer en realidad la manera de realizarlos para ninguno de ellos. Si Sánchez pudiera cumplir la cuarta parte de sus ofertas sería sin la menor duda el mejor primer ministro de la historian del parlamentarismo europeo, pero no es el caso. Sánchez se conforma con llegar a la Moncloa y tratar de gobernar en las parcelas en las que le dejen sus socios orientado por las encuestas. Controlará los medios de comunicación como paso decisivo para adobar sus políticas, pero no tendrá el control de este pacto descabellado y trágico que él mismo ha concebido. Tendrá únicamente el de su partido y no del todo. El PSOE de diseño que se ha inventado lo tratará de divinidad y cerrará filas en torno a su líder. El otro PSOE, el que siente sudores fríos ante el panorama que se dibuja en lontananza, traga y calla a la espera de acontecimientos.

Pero lo que verdaderamente se advierte en este entorno festivo con los Reyes en camino,  en el que se despacha este pleno que va a hacer presidente a Sánchez de una saco sin fondo de partidos y coaliciones sin pies ni cabeza, es la cada vez más profunda sima que separa a las dos fracciones sociales, políticas e ideológicas que protagonizan el espectro político nacional. Y para más complicar este panorama parlamentario caótico que se ha construido a espaldas incluso de la ciudadanía, se agranda la desavenencia con una Cataluña completamente incontrolada que hace de la desobediencia su bandera y que a su vez está sumergida en un conflicto que lastra las propias relaciones entre los grupos independentistas. La Cataluña que, por cierto, ha hecho presidente a Sánchez sin que sepamos por qué. Ya lo averiguaremos, ya…

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