Opinión

Las doce campanadas

La ceremonia de comerse una uva por cada campanada que se desgrana en la última hora del año es una tradición hasta donde yo sé genuinamente española y relativamente reciente. Alguien me contó algún día que el rito se consolidó en los primeros compases del siglo XX, cuando hubo de darse salida a un excedente de uvas procedentes de Alicante y los comerciantes las repartieron en la puerta del Sol de Madrid a todo aquel que quiso llevárselas coincidiendo con el toque de las campanadas del reloj de Gobernación. El numeroso público, bien alegre y muy metido en jarana, se tomó una por cada toque y le celebró por todo lo alto. La ceremonia se hizo popular en Madrid y acabó extendiéndose por el resto del territorio nacional. Dicen que fue Tenerife la segunda ciudad que se sumó a este protocolo tan curioso.

El consumo de uvas –el avance de los tiempos permite hoy consumirlas sin piel ni pepitas metidas dentro de un bote- en Fin de Año presagia, según todos los augures, un año de bonanza y felicidad así que parece una sabia medida tomarlas y hacerlas coincidir con cada uno de los campanazos, aunque toda una generación de presentadores televisivos solía equivocarse al contarlos. Hoy hay ya una sólida experiencia acumulada para guiar el pulso de los televidentes en la consumición, y ya acertamos todos, aunque podamos cometer alguna distracción peligrosa fijándonos excesivamente en el vestido de Cristina Pedroche o más bien en sus trasparencias. Esas cosas van incorporándose al acerbo tradicional y popular y van evolucionando a cada retransmisión. Hace algunos años, la clave era la capa española de Ramón García, luego el traje rojo de Anne Igartiburu. Mucho juego dio el tupé con el que peinaron a Imanol Arias claramente inspirado en “Algo pasa con Mary”. Pero más juego dio Marisa Naranjo cuando se confundió, cantó los cuartos y se despidió en el momento en que comenzaban a sonar las campanadas. O Irma Soriano, a la que le pasó lo mismo cuatro años después. O a la publicidad en la tele andaluza que retrasó la retransmisión una hora. A los italianos estas cosas no les pasan. Comen lentejas y no las van a consumir grano a grano.

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