Opinión

Lo individual y lo coral

En ciertos momentos de lucidez no habituales, el inquietante Salvador Dalí solía decir que la proverbial afición de este país nuestro por los extremos se manifestaba incluso en los productos ideados por sus más fecundos inventores. España es un país que cuenta entre sus hombres ejemplares con el inventor del autogiro y del submarino, encarnados en las figuras de Juan de la Cierva e Isaac Peral, aunque Dalí obvió piadosamente la incomprensión y el desprecio con los que la Administración acogió a ambos. De hecho, el primero hubo de buscarse la vida en Inglaterra para financiar su proyecto, cansado de gastarse su propio dinero en tratar de desenvolverlo, y el segundo, pasó de héroe a villano en cuestión de días y terminó solicitando su baja en la Marina para dedicarse a la ingeniería civil, harto de insidias e incomprensiones que anidaban en las altas esferas ministeriales y entre los máximos responsables de la propia Armada que acabaron torpedeando –y nunca mejor dicho- su invento.

Seguramente esa permanente desatención que los grandes hombres de nuestro país han padecido por parte de sus gobernantes ha fomentado el feroz individualismo que ha caracterizado a la mayoría de nuestros genios, a los que no ha quedado otro remedio que arreglárselas por sí mismos para poder cumplir sus objetivos o marcharse a culminarlos en el extranjero donde, en general, han encontrado más comprensión y apoyo que en su propia patria. De la Cierva -uno de cuyos hermanos fue asesinado en las sacas de Paracuellos- lo consiguió entre los británicos y falleció en un accidente de aviación despegando desde Croydon. Peral murió en el quirófano de un hospital de Berlín operándose de un tumor cerebral tras negarse repetidas veces a negociar su patente con  compradores extranjeros.

Ahora,  quizá por mala conciencia quizá para desnaturalizar esa individualidad furibunda y forzada, se ha puesto de moda el término “coral” que se aplica a cualquier cosa (entre ellas al juego del Real Madrid ahora que ya no está Cristiano) como quintaesencia de perfección. Todo lo bueno es “coral” en nuestros días tras habernos distinguido durante siglos por todo lo contrario. Ya estamos otra vez con los extremos. O solos o en multitud. No hay término medio.

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