Opinión

Los buenos, los malos y los peores

La mayor parte de los historiadores y politólogos estadounidenses están de acuerdo en elegir a Abraham Lincoln como el mejor presidente de su historia. Personaje de una relevante personalidad no exenta de rincones oscuros como todo hijo de vecino –uno de los motivos de controversia permanente en el análisis de su carácter ha sido su homosexualidad enmascarada-, nadie le ha negado nunca su compromiso e intachable honestidad tanto en su actividad privada como en el ejercicio de su cargo, que desempeñó además en plena guerra civil. De hecho, esa situación le otorgó una gran popularidad y también le costó la vida, porque fue asesinado en el palco de un teatro muy pocos días después de firmarse la rendición de los ejércitos secesionistas. Desgraciadamente, siglo y medio largo después, el país está regido por uno de los peores. Un botarate dispuesto a meternos a todos en un conflicto para satisfacer sus instintos más irracionales.  

Los españoles no somos muy aficionados a este tipo de valoraciones y no tengo yo muy claro a quien designaríamos en este baremo. Yo, por mi parte, tengo mis favoritos que elegiría entre una terna compuesta por Antonio Cánovas, Práxedes Sagasta y Adolfo Suárez. En el lado opuesto del fiel de la balanza, colocaría a Manuel Azaña, Luis González Bravo y Luis Sartorius aunque sospecho que es más abundante la mala cosecha que la buena. Nuestro país ha caído con frecuencia en manos de personajes que no han estado a la altura de la altísima responsabilidad que demanda el cargo, si bien y en general, en ninguno de los casos se les ha podido acusar ni siquiera a los peores de dejación de sus deberes institucionales y su compromiso con el país. Azaña, por ejemplo, fue un hombre honesto, un intelectual de altura y un desastre como presidente, pero nadie niega su drama personal firmemente emparentado con el amor que sentía por su país y sus instituciones.

Por desgracia, esta deuda con la nación que guió el comportamiento incluso de los más reprobables desde el indeseable Luis González Bravo al inicuo Luis Sartorius que gobernaba desde su casa con la llave del Parlamento cerrado a cal y canto en el bolsillo, ya no existe para los de ahora mismo. La sesión última de la Cámara tragando sin pestañear el discurso de Bildu así lo confirma. Al fin y al cabo, Bildu, Teruel existe, los independentistas catalanes y el PNV lo han hecho presidente. A cambio de algo será…

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