Opinión

Los dueños del photo call

En los años anteriores a la República, la cresta de la popularidad para el pueblo llano la ocupaban los toreros, que se casaban con tonadilleras y el matrimonio salía por la culata aunque el protocolo reinante aconsejaba no contarlo. A los toreros sustituyeron los aviadores, aquellos tipos de pelo en pecho y sonrisa de estrella de Hollywood que se metían en aviones de palo con un motor en proa y eran capaces de volar de aquí a Manila en tres escalas y quedarse tan frescos. Muchos se perdieron en el desierto de Gobi y no hubo manera de encontrarlos, pero ahí tienen ustedes los rostros felizmente agotados de Ramón Franco, de González Gallarza, de Rada, de  Joaquín Loriga, de Pombo o de Morato después de coronar con éxito una de sus grandes y valerosas hazañas. Después de la guerra volvieron las figuras cinematográficas, luego las folclóricas y hasta hace poco el primer puesto del cajón lo han ocupado los jugadores de fútbol, herederos podridos de millones de las sonrisas de los pioneros, Zamora, Arrate, Pagaza, Samitier o Perico Vallana. Los futbolistas han copado la actualidad no solo por sus artes en el dominio del balón sino por su particular manera de entender y dictar la moda. En este último periodo, Cristiano Ronaldo se hacía tres rayas de maquinilla en la sien izquierda y cincuenta millones de adolescentes del ancho mundo amanecían al día siguiente con las tres mismas rayas. Los políticos por ejemplo, nunca fueron pasto del entusiasmo popular. No me imagino yo a Dato, a Lerroux, a Negrin, Prieto, Primo de Rivera o Belenguer conquistando a las masas por sus encantos. Los políticos no lo fueron. Hasta ahora…

Los más recientes protagonistas del llamado “photo call” que es un maldito eufemismo como tantos otros para definir una práctica que nos tiene idiotizados, son los políticos de la última hornada. No sacaran adelante una sesión de investidura, no alcanzarán acuerdos de mínimos para poner en marcha un país, pero se han empeñado en salir en los papeles más guapos que nadie. Dice un amigo mío que él prefiere esto de estar sin gobierno. Que el país funciona solo. “Mira Italia, que lleva desde la guerra con gobiernos de chundarata y se han hecho millonetis fabricando vestidos de marca y coches de carreras”. Igual acierta y los gobiernos no sirven para otra cosa que para liarla.

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