Opinión

Los que no dan la talla

Los disparates pronunciados por Adolfo Suárez Illana referidos a las leyes sobre nacimientos en los Estados Unidos, y la estupidez de Isabel Celaá comparando el lema de campaña de su partido con el trasatlántico Titanic no son dos anécdotas triviales de una campaña electoral que está muerta antes de ponerse en marcha por la mediocridad que rezuma, sino la confirmación más contundente de que estamos en manos de una clase política sin dos dedos de frente, inculta e irresponsable que no calibra lo que dice y no le otorga la menor importancia a las consecuencias de sus actos. Una clase política inmerecidamente mediocre en cuyas manos vamos a depositar el futuro. Y eso es lo más grave.

La sociedad actual, encaramada en la cresta de una ola que ha depositado todas sus expectativas en las tecnologías de vanguardia, ha apostado por ellas olvidando desventuradamente al tiempo el principio de responsabilidad de sus actos como columna vertebral indiscutible de las esencias del recto comportamiento humano. Este olvido que permite por ejemplo a dos supuestas personalidades de la acción política expresar en público conceptos  tan majaderos y desatinados sin asumir otras consecuencias que una disculpa a regañadientes y una sonrisa forzada, es parte de un nuevo concepto de representación social que sinceramente nos conducirá directamente al caos. Ambos, uno en cada uno de los partidos hasta ahora más votados, van a estar en el Congreso, van a participar en la vida parlamentaria de la nación en la que se legisla y, en dependencia de los resultados de las urnas, estarán seguramente en tareas de Gobierno. Celaá ya lo está, formandvbo parte de este equipo de garita que legisla a decretazo limpio gastando lo que no hay y saliendo los viernes a contarlo. Suárez es el segundo de la lista por la circunscripción estrella, irá al Congreso y si gana su partido, estará en el equipo de la Moncloa. 

Permitan por tanto que exprese mi preocupación a sabiendas de que ambos comportamientos no son los únicos que va a producir  desasosiego porque está alegre puerilidad que desata lenguas y encoje hombros una vez la piedra ha sido tirada, no es un caso aislado. La sensación de estar condenados a ser gobernados en general por personas que no dan la talla se abre paso a cada día que pasa.

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