Opinión

Los tercos argumentos

El partido socialista de Pedro Sánchez no tiene nada que ver con el que le dejaron en encomienda a Zapatero los padres fundadores de la socialdemocracia post transición que se ganó a pulso un respaldo y sobre todo, un encomiable respeto, fruto del cual se les consideró justamente los auténticos responsables de que el país rompiera con los tremendos años de las tinieblas. Zapatero es el primer eslabón en esa trágica maniobra de ruptura que nos ha deparado un nuevo socialismo de diseño, tan fatuo y tan políticamente correcto, tan estético y tan decorativo que parece una marca de moda especializada en costosos y elitistas complementos. Paradójicamente, todo lo que toca este socialismo sanchista que se mira constantemente al espejo y se encuentra irresistible, lo pone en cuarentena, y es también el menos de fiar en la historia del PSOE reciente. Mucho menos aún incluso que el de Zapatero, aquel que se llevaba a sus ministras a Rodiezmo para que alzaran el puñito y cantaran la internacional luciendo, entre el gentío minero bronco y curtido, sus bolsos de marca, sus gafas de sol de marca, sus zapatos de marca, y sus tratamientos capilares y faciales de marca. Las chicas, que se aprendieron la letra de la “Internacional” la noche anterior a la cita aunque se les olvidó sobre el escenario y tuvieron que mover los labios  para que no se les notara el lapsus, están ahora ocupando grandes y sonoros puestos en el concierto internacional ganando mucho parné. Su mentor, Zapatero, es hoy el pastor de nubes que observa el horizonte sin querer afrontar en conciencia, ni desear recordar siquiera, la que ha armado.

Por desgracia, ciertos serenos barones de la vieja escuela no han tenido el cuajo de poner los puntos sobre las íes y se han dejado llevar por el buenismo cerril de los socialistas de talante neo, colaborando entregados a cubrir sus agujeros. He escuchado a José Bono que ahora está haciendo en la tele lo que venía a hacer Umbral. Hablar de su libro. Y a mí me ha dado un poquito de vergüenza su cerrada defensa de Griñán, de Chávez y de la actuación del PSOE en Andalucía. Bono cree que todos son honestos, que no se han llevado un duro, y que el timo de los Eres no es tal sino una anécdota fruto de una gestión con errores producto sin embargo de la buena voluntad de los reos de cárcel e inhabilitación. Es tan lamentable este empecinamiento de Bono que un tipo honrado como él, en semejante y tenaz defensa, deja de parecerlo.  

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