Opinión

El mito Arana

Ignoro por qué, los historiadores de ahora mismo han vuelto sus ojos hacia la controvertida figura del constructor del nacionalismo vasco Sabino Arana. Muchos de nosotros conocíamos los disparates que afloran en el pensamiento del guía espiritual euskalduna y autor incluso de muchas de las palabra vascas incorporadas a un lenguaje coloquial en este tiempo pero nacidas de su mente incansable, inventora y sin duda alguna, también calenturienta. Entre Arana y su hermano se inventaron la ikurriña inspirada en la bandera de la Gran Bretaña –creo que en un colegio de jesuitas de A Guarda- e incluso le pusieron ese nombre que a algunos les recuerda por sonoridad algo como gallego.

Aldeana, iletrada, de pueblo, solitaria y triste lo fue la esposa del prócer que sale ahora a relucir sobre todo por la vida perra que le dio su marido en los escasos cinco años que estuvieron casados. Los historiadores que están ahora y por causas que desconozco, dándole vueltas a la oscura vida de Sabino Arana y proclamando sus frecuentes y monstruosos contrasentidos descubre hoy que se llamaba Nicolasa Achica Allende y era un pobre y buena mujer de caserío que no sabía ni leer ni escribir y a la que el señorito burgués de Bilbao diez años mayor y rico, esclavizó durante el tiempo que duró su unión. Él dio en llamarla Nikole que le pareció más vasco, e investigó y depuró sus ancestros hasta convencerse de que no había en su árbol genealógico atisbo alguno de cualquier pasado maketo salvo ese Allende maternal que le traía por la calle de la amargura y que al final se supo, era de Huesca.

Arana unió los dos apellidos para disimular el segundo, luego se casó con la joven, la metió en un convento para que la ilustraran y solo se relacionó con ella por carta. Cuando la pobre Nicolasa se quedó al fin viuda y sin haber catado varón, se emparejó con un horado agente de carabineros y fue feliz. Sabino, al que metieron en la cárcel por haber tratado de enviar un telegrama de gratitud al secretario de Estado USA, Teddy Roosevelt por haber vencido a España en Cuba, dicen que cambió por completo en presidio y salió de allí abjurando de la causa nacionalista inventada por él hasta morir con la cabeza completamente perdida a los 38 años. Lo de Arana es un mito sin sentido. Machista, violento, egoísta, religioso hasta el paroxismo y finalmente traidor a sí mismo y su causa. Todo un modelo como para seguir su doctrina.

Te puede interesar