Opinión

Monaguillo con cartera

No veo yo mucho estímulo en asumir una cartera como la de Justicia para aceptar convertirse en un peón colaborador necesario en una estrategia que pretende acabar con la independencia del poder judicial, pero la verdad es que, salvo media docena de primeros espadas, el equipo ministerial más nutrido de la democracia está para vestir a los santos y poco más. Incluso el pintoresco titular de universidades, el sabio Oliver, ha aprovechado su presencia en el Gobierno para predecir el fin del mundo. Juan Carlos Campo, que ostenta a día de hoy la cartera de Justicia, es un andaluz veterano, magistrado de oficio, que no pasará a la historia por sus obras completas pero al que le ha tocado intentar la cuadratura del círculo. En un campo minado por los arrebatos controladores de su jefe que ha elegido a su antecesora como Fiscal General lo que, dado el particular organigrama de poder que Sánchez establece, le convierte en monaguillo, Campo no ha cumplido ni una de las múltiples tareas que tienen pendientes su ministerio, pero le han mandado dar la cara para explicar lo inexplicable –la ausencia del Rey por decisión del Gobierno en los actos de Barcelona- y de paso, y mientras desde el propio gabinete al que pertenece, se lanzan ataques muy duros contra la Corona pronunciados por el vicepresidente Iglesias y el ministro Garzón, acusar de jefe de un complot urdido en secreto contra el

Gobierno a su compañero de gremio, Carlos Lesmes, presidente del colectivo de jueces. Garzón, para que no se olvide, es el mismo que dijo que el turismo es una actividad residual.

Lo malo de cumplir consignas como la que le ha tocado en suertes al ministro Campo – juez en excedencia mientras está en política - es que algún día se e contrará con Lesmes, al que ha tenido que acusar de ser el malo de la película, cuando coincidan en algún círculo profesional. Y entonces, a ver qué le dice. “Oye Carlos, que yo era un mandao”, por ejemplo. Campo asegura que lo que ha hecho el Gobierno es preservar la seguridad del Rey en una Barcelona próxima a saber que se va a inhabilitar a Torra y que prepara lío para celebrar el aniversario del ilegal referéndum. Un lugar peligroso. Si el motivo es ese, el ministro pinta una situación peor todavía. El Rey no puede visitar una ciudad española porque peligra su vida. Lo dicho. Para ser ministro-monaguillo más vale ser monaguillo a secas y ayudar a misa.

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