Opinión

Los movimientos críticos

La Fundación para los Estudios Sociales, esa asociación a la que todo el mundo conoce por su acrónimo de FAES y que nació bajo los auspicios del Partido Popular, está presidida por José María Azar y desde hace ya algún tiempo ha resuelto desvincularse con carácter explícito de los órganos dirigentes del partido al amparo del que se inició y desempeñarse por libre. A pesar de que al menos nominalmente María Dolores de Cospedal ocupa el cargo de vicepresidenta de la entidad, el control de la institución está prácticamente depositado en manos del ex presidente del Gobierno quien la ha utilizado para plantear una estrategia de abierta confrontación con Mariano Rajoy, paradójicamente el hombre que Aznar eligió para sucederle aunque eligiera un momento francamente hostil para depositar en sus manos el bastón de mando. Mariano Rajoy fue designado candidato a las puertas de las elecciones que acabaron celebrándose bajo la tenebrosa influencia de los atentados del 11 M y las posibilidades que las encuestas otorgaban al aspirante popular se desplomaron en horas tras aquella tragedia que golpeó al país en el corazón de su capital y sembró el panorama de dudas, sospechas, terror y muerte. Los comicios inmediatamente posteriores a aquella fecha terrible jamás debieron celebrarse con un país en estado de shock y completamente noqueado por la acción de un salvaje atentado terrorista y sin embargo aquellos comicios se llevaron a cabo y José Luis Rodríguez Zapatero pasó de no contar en ningún pronóstico ni español ni exterior a convertirse en presidente. Su gestión tuvo más sombras que luces y más errores que aciertos y fue rechazada en masa por los dirigentes de su propio partido que siguieron sin hacerle caso cuando se fue a contar nubes. Tan escocidos de conciencia estaban que el viernes se inventaron un acto para reconciliarse con él al menos de boquilla.

Dicen que en FAES puede anidar el embrión de un PP alternativo y que su todavía presidente de honor está forzando la situación al límite para proponer la ruptura, una estrategia que acompaña de críticas durísimas a la acción del actual ejecutivo especialmente sobre el tratamiento de Cataluña como blanco de su campaña crítica.

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