Opinión

Los que mueren en la cama

Estudiando el devenir de la Monarquía española a partir de principios del siglo XIX, uno percibe cierto hecho que parece pasar desapercibido hasta que aquel que repasa el fenómeno, lo percibe. Desde que en mayo de 1814, el rey Fernando VII se ciñe solemnemente la corona heredada de su padre Carlos IV tras un largo y penoso procedimiento, únicamente dos monarcas españoles han fallecido llevando esa corona puesta. Fernando VII se murió en el palacio de La Granja de San Ildefonso en septiembre de 1833 siendo rey, si bien su fallecimiento desencadenó una situación calamitosa. Dejó planteada una guerra civil que duro medio siglo. Su nieto, Alfonso XII, falleció en el palacio de El Pardo en noviembre de 1885 a tres días de cumplir 28 años aquejado de tuberculosis cediendo el derecho de reinar a su esposa Cristina de Habsburgo en funciones hasta la mayoría de edad de su varón primogénito. El resto no pudo concluir su reinado ni siquiera las consortes: María Cristina de Borbón, fue obligada a exiliarse en 1840 ostentando el cargo de reina gobernadora. Isabel II fue expulsada por una revolución militar y civil en septiembre de 1868. Amadeo de Saboya prefirió renunciar a su trono y salir del país en febrero de 1873. La reina gobernadora María Cristina de Habsburgo, renunció en 1902 para ceder la corona a su hijo. A su vez, Alfonso XIII prefirió abandonar el trono y huir en abril de 1931. Por último, Juan Carlos I renunció a su trono en junio de 2014 y abdicó en su hijo. Había sido puesto en él por decisión personal del dictador Francisco Franco que lo prefirió a su padre, el infante Juan, que era el legítimo heredero y al que se obligó a dimitir.

Por tanto, la aparente seguridad y secular afianzamiento de la Corona española no deja de ser una teoría que sin embargo se corresponde muy poco con los hechos acontecidos. A día de hoy, y con una parte del Parlamento cuestionando abiertamente el papel de la Monarquía parlamentaria y su utilidad, suponer que la Corona concluirá sin situaciones graves su ciclo es mucho suponer, y el hecho histórico no respalda en absoluto ni la solidez del argumento ni el de la propia institución.

Felipe VI ha recibido la corona en las peores condiciones posibles, con un padre bajo sospecha y un cuñado cumpliendo condena. Muy mala herencia para un personaje respetable  y sensato que merecería mejor suerte.

Te puede interesar