Opinión

El niño de Laredo, (perdón)

El desliz cometido por Pedro Sánchez en su recuerdo al niño asesinado por un psicópata que lo raptó de un parque público en donde jugaba, no debería tener más enjundia ni más categoría que la de puro anecdotario si no fuera porque llueve sobre mojado. Mejor dicho, llueve sobre un escenario mil veces repetido en el que se observa y se padece el desapego que las clases dirigentes adoptan en el fondo aunque no en la forma, sobre los males y padecimientos que aquejan a sus administrados. Sánchez se vio en la obligación de recordar a la criatura muerta a manos de un psicópata criminal puesto en libertad por las autoridades penitenciarias, y se acogió a un acto como siempre rutinario, tan propio de un sujeto al que poco le importa lo que les pase a los de la clase de tropa. Por eso no sabía, ni le interesaba, ni le hacía falta saber cómo se llamaba la víctima.

En su improvisada cita –probablemente recordada sobre la marcha gracias a los consejos de alguno de sus múltiples asesores- cometió sin embargo otro error. Enfrascado en las reuniones del G2 en Roma, rodeado de la parafernalia y el despliegue que acoge a las figuras internacionales, Pedro Sánchez tomó la palabra: “Y deseo enviar desde aquí mi más sentido pésame a la familia del niño asesinado en Laredo…”. El niño se llamaba Alex y no murió a manos de un monstruo en Laredo –municipio de la comunidad de Cantabria perteneciente a la provincia de Santander- sino en Lardero –que pertenece a la comunidad de La Rioja y es limítrofe con el de la capital Logroñocomo repitió por dos veces el presidente en su parlamento. Su partido, atento a todos estos detalles que estorban la imagen de su líder, se apresuró a colgar en las redes un mensaje en el que se utilizaba la figura de Sánchez y se escribía correctamente el nombre del lugar de la tragedia. Aproximadamente al mismo tiempo, los agentes de Policía que acudieron a rescatar a la criatura, lloraban a moco tendido recordando que no habían podido salvarlo. Es, en efecto, anecdótico. Pero en realidad, no lo es tanto porque advierte de un tratamiento oficialista sin la más mínima ternura y sin el más mínimo detalle. Cubrir el expediente, que se las entienda el secretario de Estado de Interior con sus responsabilidades en la puesta en libertad del asesino, y a seguir caminando. Hasta la próxima.

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