Opinión

Operación manca

La esperada renuncia de Luis Enrique como máximo responsable de la selección nacional absoluta, ha dado paso al nombramiento como su sustituto de Luis de la Fuente, un antiguo exterior del Athletic Club convertido en dilecto funcionario de la Real Federación Española desde hace casi diez años, en los que ha dirigido todas las escalas de las selecciones inferiores. De la Fuente es un riojano recriado en Bilbao, tiene sesenta años y sospecho que ha recibido el nombramiento más en razón de su probada fidelidad y los servicios prestados que en el deseo de otorgar un cambio sustancial y definitivo al estilo de la Roja y sus distintos combinados. Sospecho que seguimos en la misma casilla y no hay ni en la cúpula federativa ni en los departamentos que gobiernan el Deporte nacional ánimo alguno de cambiar nada.

Es por tanto la designación de Luis de la Fuente una operación incompleta que va a resolver pocas cosas. De lo que se trata es de afrontar una imprescindible mudanza que no solo debe afectar a Luis Enrique como seleccionador nacional sino que debe incluir en el lote escalones mucho más altos. Mientras un personaje tan turbio y desapacible como Luis Rubiales permanezca ostentando la presidencia, el proceso estará cojo. Rubiales se ha comportado de un modo más que sospechoso, ha desarrollado estrategias que huelen a cambalache, ha montado fiestas privadas con compañía en chalets en mitad del monte, ha cerrado negocios soterrados, se ha lucrado de su condición de cabeza del organismo federativo, está viviendo como un emir árabe a cargo del Estado, y su comportamiento no está sometidos a la necesaria fiscalización de las cuentas públicas. No es ni mucho menos ejemplo de dignidad y comportamiento sino todo lo contrario. Zafio, ambicioso y faltón, experimentando las mieles del poder en un ascenso fulgurante y nunca bien explicado, el presidente Rubiales fue la elección del Gobierno de Sánchez y ahí seguirá. El ha elegido a De la Fuente de cuya fidelidad está seguro y sabe que no va a ocasionarle conflicto alguno. Cambiemos todo para que nada cambie, escribió Tomasi di Lampedusa en “El gatopardo”. Es el protocolo que propone Rubiales resuelto a que no se mueva nada. Por tanto, curémonos en salud y preparémonos a seguir padeciendo hasta la extenuación a Rubiales, al aburrimiento y el tiquitaca.

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