Opinión

Otegi, estrella de la pantalla

El mensaje se ha generalizado en las respuestas de los periodistas a los que se les inquiere sobre las condiciones que deben producirse para interrogar a determinados personajes. “Entrevistaría al mismo diablo –reza la respuestas tópica- si lo que el diablo tiene que decir posee interés informativo”. Es una respuesta razonable que yo puedo comprar. Sin embargo, la entrevista ofrecida por RTVE con Arnaldo Otegi no cumple todos los requisitos. Otegi no es el mismo diablo pero se le parece mucho, pero en contra de lo que los responsables de la cadena pública sostienen, no tiene nada que decir que no sea doctrina. Perversa, indigna, hiriente y vana. 

Hay más argumentos que pueden aplicarse a la hora de criticar la presencia de este sujeto en las cámaras de la cadena que pagan y sostienen todos los españoles. Otegi es un asesino que nunca ha abjurado de sus crímenes. A Otegi no le ha prescrito aún su condición de reo condenado por varios delitos, algunos de ellos de sangre, porque es miembro de ETA, ideólogo de la banda terrorista, dirigente en su momento y por tanto responsable directo de la muerte de muchas personas. Otegi ha dirigido estructuras etarras destinadas a matar, robar, amenazar, chantajear, extorsionar, traicionar y dividir… y además, no tienen nada que aportar que merezca la pena. Es un individuo manchado, repudiado e inútil que todavía hoy se comporta como lo que es. Un criminal y un terrorista. Dentro de un año, ya veremos…

El problema, por tanto, es conocer qué se esconde detrás de una entrevista tan reprobable, y cuáles son los verdaderos motivos por los que la cadena pública de televisión ha accedido a dedicar a este indeseable una hora y media de su programación en prime time. 

Las reflexiones que este comportamiento suscitan son escalofriantes. La más tibia de las conclusiones propone suponer que televisión ha abierto las puertas a la palabra de este sorprendente invitado para tratar de curar las heridas abiertas que la barbarie etarra dejó sin cerrar. A partir de ahí, vienen las reflexiones más inquietantes. Por ejemplo, la del blanqueo de Otegi a cambio de una posición receptiva a los intereses del Gobierno por parte de Bildu para propiciar la investidura de Pedro Sánchez. 

Hay más posiciones que escalar pero son tan sombrías que más vale no hacerlo. Vamos a dejarlo simplemente en la desagradable impresión que ofrece un asesino campando por las cámaras de la televisión de todos, como Pedro por su casa. Señora Mateos, usted que todo lo puede y lo manda, tiene la palabra.

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