Opinión

Los que pagan la fiesta

Una de las vertientes más oscuras en la de por sí oscura historia de un partido tan reciente como Unidas Podemos - Podemos simplemente en su versión primigenia antes de su fusión con un conglomerado de partidos formados o mantenidos en su misma zona del espectro- es el de su financiación. Si la memoria no falla, Podemos nació al tiempo de un manifiesto difundido por el diario “Público” a principios de 2012, que firmaba un variopinto núcleo de personajes de distinta procedencia, afinidad ideológica y parecida idiosincrasia, entre los que aparecía el actor Alberto San Juan y el penene Juan Carlos Monedero. Los firmantes eran personajes ilustrados, perfil burgués e ideología zurda, que brotaban de la mano de un partido incipiente llamado Izquierda Anticapitalista en cuyas filas militaba Teresa Rodríguez, y en cuyo desarrollo se implicaron Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, quienes se encargaron de presentar en sociedad aquel proyecto surgido de la nada, con la manifestación de los iracundos de la Puerta del Sol como telón de fondo. Lo hicieron solo cuatro días después de la publicación del manifiesto usando un teatro del barrio de Lavapiés. 

Los ciudadanos más analíticos nos preguntamos ya entonces de dónde habían sacado estos profesores adjuntos de la Complutense el dinero necesario para constituir un partido político con todas sus estructuras y la capacidad necesaria para concursar en unas elecciones europeas. Pero por mucho que nos lo planteamos nunca lo supimos.

Sospechamos que detrás de aquella frivolidad ideológica hecha a base de diseño, estaban los caudales de Maduro o los de ciertos países del Golfo Pérsico, pero no pudimos hacer otra cosa que sospecharlo. Pareció como si se tejiera en torno a la financiación de Podemos un espeso manto de silencio tan tupido y organizado que nadie tuvo acceso. Es más, aquellos que insistíamos en la necesidad de conocer quién estaba detrás de este tinglado fuimos tachados de fascistas. Suponer que Iglesias y los suyos habían abierto un agujero en la tierra y había salido petróleo a chorros capaz de pagar aquella fiesta fue lo más avanzado en el terreno de la hipótesis que se nos toleró formular.

Ahora, claro, ya vamos sabiendo más. Pero ahora, Pablo Iglesias ha sacado la guadaña y se ha liado a cortar de raíz todas las disidencias. Vive a lo grande, es vicepresidente, su pareja es ministra, tiene un casoplón, y cada vez que se desplaza parece el Caudillo. Y los demás seguimos con cara de tontos.

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