Opinión

El paraíso republicano

José Rodríguez de la Borbolla fue el segundo presidente de la comunidad de Andalucía y uno de los más firmes bastiones del PSOE regional que  en dicha comunidad era poco menos que palabra de ley. El socialismo andaluz resultó clave para reconstruir las esencias de un partido que necesitaba reinventarse tras años de ostracismo en el limbo de la diáspora. Y sus jóvenes militantes, que aprendieron  a fajarse en el submundo de lo clandestino, se hicieron fuertes en la región y lo consolidaron durante años hasta que en estos últimos tiempos, los desmanes cometidos por sus continuadores acabaron con su prestigio y lo privaron del mando. La quiebra del socialismo andaluz, sus desastres de gestión, y sus tropelías –de las que una buena parte de la clase política dirigente hubo de responder en los tribunales-  devastaron el granero socialista y sus viejos adalides acabaron o guardando silencio o adoptando una posición sumamente crítica, cuyo más genuino representante aunque no el único fue Alfonso Guerra.

Pepón, como era conocido el abogado y catedrático que desempeñó la presidencia de la Junta entre 1984 y 1990, también se ha establecido entre el sector crítico aunque nunca se ha destacado por expresarse con vehemencia ni alinearse entre los más feroces. Tampoco ha ocultado sus preferencias y las ha expresado con suavidad pero con firmeza en las páginas de opinión del diario “El País” del que es colaborador habitual.  Hace un par de día, el ex presidente andaluz abundó de palabra en un concepto que no por debatido pierde vitalidad y concurrencia. Se trata del papel real que desempeñó la II República en la historia reciente de España, un concepto para cuyas conclusiones Rodríguez de la Borbolla no se ha mordido la lengua. “La izquierda tiene que superar esa idea recurrente de que la II República es nuestro paraíso perdido”. Como curioso de la Historia y modesto aficionado a analizarla, coincido plenamente en este juicio y afirmo además que la II República es uno de los más dolorosos y trágicos fracasos de nuestra trayectoria histórica. Y sus protagonistas, los gobernantes más desastrosos.

Borbolla es nieto de un ministro de Alfonso XIII pero no creo que esa situación sea responsable de nada. Ni de esta reflexión, por ejemplo. Basta analizar los hechos con sentido común y pragmatismo para llegar a las mismas conclusiones.

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