Opinión

Paseando por Atenas

Hace unos días, un programa de televisión de esos que se especializan en resolver problemas de parejas se llevó a dos concursantes para que consolidaran sus relaciones en Atenas. Ella era una joven pelirroja con los conocimientos justos para pasar el día mientras  el sujeto, un fornido muchacho murciano con músculos hasta en las orejas, era aún peor y llegó a la capital griega sin saber a ciencia cierta dónde estaba.

El taxista que les conducía por la ciudad era un tipo avispado y perito en todas las gramáticas pardas que les dijo en su inglés de parvulario que el hotel en el que residirían estaba próximo a la Acrópolis. Cuando ella le preguntó a él qué era aquello de la Acrópolis, el sujeto le respondió que no estaba muy seguro pero que juraría que se trataba de un parque de atracciones. Uno acuático, dijo para abundar más en sus profundos conocimientos. Ella asintió complacida mientras el taxista a los suyo, seguía conduciéndoles por retazos de la cultura milenaria preguntándose supongo si todos los españoles serían tan brutos como los clientes que llevaba en su vehículo. Cuando ella se paró para hacerse una foto bajo un arco clásico le urgió a él a que se diera prisa no fuera a desplomarse y descalabrarla…

Yo no tengo autoridad ni soy el más indicado para exigir a las cadenas de televisión que traten de contribuir a culturizar a sus espectadores. Por eso, más que un exigencia es un ruego lo que me permito argüir aquí a sabiendas de que mis peticiones caerán en saco roto. Pero este tipo de programas que procuran poner en evidencia el galopante analfabetismo funcional de una parte desgraciadamente importante de la juventud española debería servir a tantos y tantos dirigentes políticos para entender primero que nuestro sistema educativo es un rotundo fracaso y para tratar de poner freno a esta dolorosa sangría planteando de una vez por todas un acuerdo plenario sobre educación que suscriban todas las comunidades nacionales incluyendo las que abogan por la ruptura porque un conjunto sumamente destacado de sus habitantes está tan huérfano de saber como lo están en los otros territorios que no quieren separarse. Ser nacionalista no garantiza en modo alguno estar bien formado. Sospecho que más bien es todo lo contrario.

Se me olvidaba comentarles que lo de Atenas siguió por caminos todavía peores.

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