Confieso, no sin una profunda alarma, que ninguno de los jóvenes políticos sobre los que descansa el futuro de la política nacional me sugiere serenidad, sentido común y una buena cabeza para aplicar a este escenario caótico en el que nos estamos moviendo, y al que suministrar la dosis necesaria de generosidad y conocimiento que el país está solicitando. Son jóvenes, supuestamente bien pertrechados y con la formación necesaria para jugar un papel determinante en la redención de estos tiempos oscuros, pero a ninguno de ellos se le adivina en posesión de la fórmula más pertinente para cortar lo que entiendo como peligrosa hemorragia de pérdida de confianza. He visto salir a Casado de la Convención Nacional celebrada en Madrid este último fin de semana, y dudo que se convierta en el bálsamo que cierre las profundas heridas que se advierten en el partido y que se han adivinado en una cita en la que ha vuelto para quedarse José María Aznar, protagonizando un regreso que produce comprensibles inquietudes.
Desgraciadamente, la posición de Casado y la de este PP que planea, no inspiran buenas vibraciones de cara al exterior y este corrimiento a la derecha que pregona el nuevo y flamante triunfador de la “refundación” sugiere más inquietud que esperanza. Pedro Sánchez, convertido en presidente del Gobierno gracias a una afortunada carambola, es también joven, bien formado y con una facha estupenda, pero me temo –es una percepción que me lleva inspirando hace tiempo- que las cosas no pasan de ahí, y tanto sus pensamientos, como sus actividades y también sus decisiones me están demostrando que hay muy poco aprovechable y serio dentro de una carcasa tan convincente. Sánchez es un vendedor de humo que no ha respetado ni una de las promesas que formuló cuando accedió a la Moncloa y cuyos comportamientos han contribuido a exacerbar los ánimos mucho más de la cuenta cuando su obligación era atemperarlos.
Poco me inspira este Albert Rivera de hoy que parece amarrado al ideario de tertulia, y mucho menos me gusta Pablo Iglesias y su desastrosa gestión política que le ha dejado sin votos y le ha quebrado el partido. De hecho ninguno de los que le acompañaron en la aventura fundacional se mantiene a su lado.
El panorama no es precisamente para sentirse confortado.