Opinión

Reflexiones en un centenario

A un tipo como yo mismo, al que se supone una discreta erudición que le ha proporcionado cierta influencia social y una destacada habilidad para resolver autodefinidos y crucigramas, se le suele adjudicar por defecto la lectura de diferentes obras maestras de la literatura universal como el “Quijote” de Cervantes, el “Otelo” de Shakespeare, o el “Ulises” de Joyce. Si uno es tenido por un intelectual, natural es también que no solo haya leído un catálogo suficientemente amplio de relatos cumbres sino que sea capaz de enriquecer e ilustrar a los demás con sus atinados comentarios. Sobre todo en este tiempo de pandemia en el que se cumple el centenario de la última de ellas, un referente universal que, según los acertados comentarios de auténticos entendidos en materia literaria, -entre los que se halla José María Valverde que fue su traductor más apreciado- escala y obtiene la cumbre de la escritura en idioma inglés y se convierte en una de las novelas más influyentes de la historia. “Ulises” de James Joyce es por otra parte, esa obra que todo el mundo declara haber leído y que, sin embargo y en verdad, no ha leído casi nadie.

Yo tampoco, necesario es confesarlo. La verdad es que tuve un tiempo en que me empeciné en leerla como me empeñé en llegar a la esencia misma de la obra de Ravi Shankar, porque si un sujeto al que siempre he idolatrado como George Harrison era capaz de pasar horas alimentándose de las excelencias de semejante música, yo no podía ser menos y necesitaba entender a Shankar para comprender en toda su magnitud al beatle Harrison. Para esta última misión encendí sándalo en una habitación en penumbra, me senté medio desnudo en el suelo, me fumé lo que no debía y comencé a escucharlo. Una hora y media después, agotado por la postura y medio idiota por el canuto y el penetrante perfume que me estaba atufando, renuncié a la divinidad santa. Y ahí sigo…

Con Joyce me pasó algo por el estilo y no conseguí pasar de las cincuenta páginas. Fue un ejercicio inútil y fatigoso que no me llevó a ningún lado y se me hizo tan largo como se le hizo a Odiseo en el que supuestamente se inspira, el viaje de vuelta a casa. No es el único libro que se me ha cruzado en la garganta. Confieso que tampoco he acabado “Conservaciones en la catedral” de Vargas Llosa, y “Ray

Te puede interesar