Opinión

El sainete internacional

El viaje de estado que acaba de protagonizar el rey Felipe ha puesto de manifiesto el permanente descontrol que introducen en semejantes situaciones, sujetos de la comitiva que se olvidan de su papel secundario en los desplazamientos y pretenden por el contrario capitalizarlos. Como la mayor parte de estas figuras políticas sin lealtad ni conciencia son unos advenedizos en el campo de la diplomacia, no conocen límite en su osadía y son unos ignorantes, el resultado es un ridículo delirante. Por desgracia, unos comportamientos tan desastrosos le hacen un daño terrible a nuestras ya maltrechas relaciones internacionales. A los protagonistas de estas estampas grotescas les da igual el absurdo en el que se convierte su excursión al exterior, pero nuestro prestigio más allá de nuestras fronteras es otra cosa y sufre en cada uno de estos lamentables episodios. En 2005, una delegación del Parlamento catalán realizó una gira oficial por Israel, Jordania y Palestina que acabó ocupando primeras planas. Dos bufones de la expedición, el entonces líder de ERC, Josep Lluís Carod Rovira, y el conceller de Economía, Antoni Castellas, se fotografiaron tocados con sendas coronas de espinas haciendo mofa y chacota de la pasión de Jesús en mitad de las calles de Jerusalén, componiendo una estampa cómica que hizo estragos. Quien ostentaba entonces la presidencia de la Generalitat, el ex alcalde Pasqual  Maragall, se vio en el difícil trance de pedir disculpas al arzobispo de Barcelona, y repetir la maniobra en sede parlamentaria. Maragall tildó el episodio de “una estupidez” y pidió, avergonzado, el perdón de la cámara.

En este caso, el protagonista del esperpento es el vicepresidente Pablo Iglesias, acompañante oficial del rey en su viaje a Bolivia, cuyo comportamiento ha sido tan inusitado e inconstitucional que la delegación española se vio en la obligación de poner tierra de por medio para que no se emparejara el viaje real con los desmanes por libre cometidos por el vicepresidente. Tras el absurdo, lo que verdaderamente debería medirse y determinarse, es qué función debe desempeñar este sujeto en el contexto internacional, porque si bien es vicepresidente, hasta un vicepresidente debe comportarse con honor y lealtad cuando representa a su país en viajes oficiales, y no puede hacer lo que le dé la gana. Hay que tomar apuntes y no repetirlo. 

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