Opinión

Se puede vivir sin fútbol

Hace sesenta días estábamos discutiendo apasionadamente de fútbol y hoy no solo nadie discute de fútbol sino que nadie lo echa de menos. La verdad desnuda dice incluso que la gente apenas se acuerda de él, y en el amplio foro de la opinión pública no existe ni debate ni exigencia por solicitar su regreso y conocer los pormenores de esa vuelta. En un país en el que el empleo ha caído en casi un millón de trabajadores en el último mes, los goles de Messi o de Benzemá parecen formar parte de un pasado mucho más lejano de lo que constata en verdad el calendario. Son situaciones que no dejan de tener su moraleja, porque aquello que constituía uno de los más relevantes argumentos de pasión y polémica en ambos hemisferios, y en cuyo permanente debate poco tenían que ver los desarrollos económicos y sociales de las sociedades litigantes, se ha diluido como un azucarillo en un vaso de agua y no se han levantado voces pidiendo por favor la reanudación de los torneos. Incluso ahora que las autoridades han comenzado a permitir los entrenamientos individuales de los deportistas de élite. Es cierto que el regreso a la competición parece lejano, y es cierto también que en Francia y en Holanda han cortado por la tremenda y han suspendido sus correspondientes ligas hasta la vuelta en septiembre. Pero reconozcamos que, tal vez por escepticismo o tal vez por desconfianza ante la situación real y futura a corto plazo de la pandemia, nadie ha movido un dedo por el fútbol y no se advierte clima favorable para moverlo.

Personalmente, no tengo una gran confianza en la vuelta de la competición en un plazo relativamente corto de tiempo. Hay, es cierto, un naciente optimismo en los sectores ciudadanos a estas alturas del calendario, al contemplar la paulatina apertura de algunos negocios que han permanecido cerrados a cal y canto durante los momentos más lóbregos de la epidemia. Alegra comprobar cómo se abren poco a poco las puertas de las peluquerías en las que ya se atiende a clientes por turnos y tras cita previa. Hay un rayo de esperanza en esos paseos reglamentados en los que las calles vuelven a acoger a sus gentes… Pero el fútbol no es precisamente una manifestación que cumpla las reglas de alejamiento y distancias reglamentarias ni en las gradas ni en los terrenos.

Yo, particularmente, reconozco que, en clave de compartir, añoro más la música que el fútbol. Se puede vivir sin fútbol.

Te puede interesar