Opinión

Secretos políticos

Vengo de compartir estrado y cena con uno de los grandes maestros del periodismo parlamentario, Fernando Jáuregui, al que he tenido el inmenso placer de acompañar en su comparecencia dentro del foro que desde hace años organiza el grupo La Región de Ourense. Compartiendo porciones de empanada y queso del país con caballeros tan perspicaces para el análisis político y la noticia, uno aprende más que en doscientas lecturas de sesudos tratados sobre el arte de la política y comprende por qué los hay que valen tanto por lo que cuenta como por lo que prudentemente callan y guardan aunque lo sepan. Personalmente sostengo que a un buen periodista lo que en verdad le mueve más que cualquier otro factor es la curiosidad, y que para practicar con aprovechamiento este puñetero oficio, debe ser insaciable y nunca satisfecha. Compartiendo reflexiones con un maestro de esta disciplina como es Jáuregui, uno ve la luz en muchas de las cuestiones en las que estaba en ayunas. Y siente necesidad de hacer más preguntas.

Ya puestos a preguntar, me propongo yo enterarme de por qué ese corte de pelo que han puesto de moda los futbolistas y que consiste en raparse al cero las sienes, la nuca y las patillas mientras se permite crecer el resto de la cabeza, está contribuyendo a extender la tiña. Al fin y al cabo, era esta una modalidad de peinado que, con ligeras diferencias, se practicaba con frecuencia en la mili y no producía que uno supiera gran profusión de tiñosos entre la tropa sino al contrario. El rapado radical defendía las cabezas juveniles del ataque de piojos y liendres y las maquinillas no paraban un minuto. Comprendo que una investigación como esta que afecta a la moda y a las nuevas tendencias en alta peluquería es mucho menos apasionante que conocer el verdadero motivo por el que Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón pasaron de mantener una idílica relación maestro-alumna a no dirigirse la palabra y odiarse en la personal y en lo político. Pero mi experiencia como periodista político ha resultado siempre lamentable y donde ponía el ojo ponía la bala hasta tal punto que aquella persona a la que yo sugiriera un deslumbrante porvenir en la política se veía abocado a la completa ruina en cuestión de días. Más vale que me dedique por tanto, a averiguar lo de la tiña.

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