Opinión

Sí pero no

Acabamos de asistir a un sainete convertido en actuación política que define con pasmosa claridad cómo están los márgenes de desempeño para el partido gobernante, y las limitadas capacidades con las que cuenta este PSOE en tecnicolor de Pedro Sánchez para administrarse en sus tareas de Gobierno, teniendo en cuenta que depende de socios de diferente textura para desempeñar sus propósitos. Los socios con principio activo son Unidas Podemos que actúa en superficie, y los socios colaboradores son los independentistas catalanes y vascos que ejercen su presión en las profundidades de la entente. En ambos casos, las fronteras trazadas para que el Sanchismo trabaje son estrechas, y a cada paso obligan a tejer un complejo número de engaños que otorguen legalidad y sentido a las acciones, por lo que Sánchez ha puesto a la cabeza de su gobierno a un fontanero de élite como Iván Redondo, al que paga una fortuna para que le ayude a despistar a los españoles quienes este distinguido presidente del Gobierno parece haber tomado por idiotas. Por el momento, da la impresión de que lo está consiguiendo. Ha nombrado a una ex ministra de Justicia recién entregada su cartera como Fiscal General del Estado, y ha  efectuado maniobras de rango internacional que inciden directamente sobre la crisis de Venezuela. Y ni pío.

Pablo Iglesias ha edificado su partido con dinero procedente de países como Bolivia y Venezuela, a los que debe su escalada política, su cargo, el de su mujer, su influencia y su categoría y estipendio. Por tanto, su colaboración necesaria para hacer a Sánchez presidente necesita cierto nivel de mercadeo. A Sánchez se le ha obligado a adoptar posiciones beligerantes sobre la nueva situación en Bolivia sin Evo, y a variar sobre la marcha su viejo respaldo para la oposición venezolana. Nadie ha vuelto a preguntar sobre el escandaloso episodio de la residencia de la embajadora de México en La Paz y, sobre todo, hemos asistido a un vergonzante suceso protagonizado por el ministro Ábalos y su encuentro con Darcy Rodríguez. Ábalos primero negó conocerla, luego aceptó que la conocía pero no habló con ella, luego reconoció que había hablado pero no se había reunido, más tarde reconoció que se había reunido sin temas, y por último implicó en este lamentable juego a su colega Marlaska que, al parecer, le incitó a la cita. Mientras tanto, Sánchez despreció a Guaidó, y sus ministros recorren –como Calviño- los estudios de las teles amigas para exculpar al presidente y a Ábalos de un suceso que no puede ser más ridículo y culpable. Suma y sigue.

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