Opinión

Sócrates y los idiotas

Del sabio Sócrates se saben muy pocas cosas, la mayoría de ellas transmitidas por Platón su discípulo que lo convirtió en protagonistas de sus famosos diálogos en los que no hizo otra cosa que explicar las cosas que su maestro le había contado previamente. Sócrates no escribió ni un solo libro en su vida simplemente porque no se creyó con capacidad suficiente para hacerlo, hasta el punto de que sus predecesores le han considerado el paradigma mismo de la humildad completa. La única verdad de la que tenía conciencia era la de su propio desconocimiento: “solo sé –explicaba conmovido a sus discípulos- que no sé nada”.

Desgraciadamente, esa apacible convicción de que no era nadie y nada podría aportar a los demás no ha calado en generaciones posteriores cuyas decisiones han sumido enorme desasosiego. El padre de la filosofía vivió a partir del año 470 antes de Cristo y fue juzgado y condenado a morir por una falsa acusación de corruptor de jóvenes en el 399, por lo tanto hace unos dos mil quinientos años de su existencia. Hoy, nadie es consciente de su propia ignorancia como le pasaba al filósofo, y muchos de los gobernantes –especialmente los que componen este gobierno nuestro- se suponen a sí mismos altamente preparados para legislar sin detenerse en la verdad que pregona su lamentable incompetencia. De esta desastrosa suposición que no tiene ni base ni fundamento deriva la desoladora situación planteada en estos momentos a dos mil quinientos años de la muerte de un sabio que no se tenía por tal. La estupidez insoportable de legisladores políticos que han impuesto sin atender a consecuencias un nuevo tratamientos de partes concretas del Código Penal, han originado un caos en el ordenamiento jurídico de la nación de tal naturaleza que además de irreversible propone consecuencias de una gravedad extrema. Es cierto ese dicho popular que asevera preferir a un malo inteligente que a un idiota. Los listos van al núcleo del problema mientras los idiotas lo destrozan todo, y eso es lo que nos pasa a nosotros. Estamos gobernados no solo por malos sino por imbéciles cuya probada imbecilidad produce situaciones dantescas como las que vivimos hoy en día y de la que vamos a salir muy malamente.

Un detalle más. Sócrates fue condenado a ingerir cicuta para concretar su muerte y esperó a que se le prepararan tocando la flauta. Estos no saben ni tocar la flauta.

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