Opinión

Sudar tinta

La esperpéntica estampa de Rudoph Giuliani, el ex alcalde de Nueva York convertido en responsable del equipo jurídico que atiende los intereses del presidente Trump, constituye el ejemplo más vívido y aplastante de la clase de personajes que defienden la causa del derrotado aspirante a la máxima magistratura de su país por el bando republicano. Giuliani, un abogado y político que ha pasado por los tres partidos que copan prácticamente la actividad parlamentaria en su país –perteneció al partido demócrata en su juventud, se autodenominó independiente durante un periodo intermedio que duró una década, y se convirtió en republicano en los años ochenta avanzando en su conservadurismo y sus hábitos histriónicos con el paso del tiempo hasta configurar el patético personaje que defiende ahora- compareció hace un par de días para explicar en rueda de prensa los trabajos que lleva a cabo el equipo jurídico para defender la permanencia  en la Casa Blanca de su patrocinado, pero en  este caso no solo acompañó su actividad con el catálogo de gestos y visajes que acostumbra a utilizar en semejantes comparecencias sino que el tinte con el que se tiñe el pelo no estaba bien asegurado y comenzó a resbalar a churretones por sus patillas facilitándole un ridículo de los que pasan factura. Los colaboradores más directos del vencido pretendiente no acaban de dar con la tecla de su imagen y se enfrentan a situaciones como esta. He sabido que lo de teñirse el pelo no es tan sencillo como parece y que es menester dominar el arte para que el tinte se fije, se estabilice y no se corra, Lo natural y más razonable es ponerse en manos de profesionales, y algo indica que las prisas y las amarguras que está pasando Giuliani en estos delicados momentos le abocan a despacharse a toda prisa y por su propia mano y así le luce el pelo…

Metidos en la harina del tópico y la gracia fácil, lo natural es afirmar que al ex alcalde de Nueva York la tarea de defender la postura de su cliente -que acusa al contrario de fraude electoral- le está haciendo sudar tinta. 

Pero bromas aparte, lo que produce conmiseración es observar cómo la coyuntura política puede hacer de un respetado fiscal neoyorquino que se jugó la vida cercando a la mafia, un absurdo histérico y falaz al que ya nadie respeta. Como Grande Marlaska, vamos…

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