Opinión

También entonces

Como la Historia no siempre ofrece novedades y muchos pasajes se repiten cíclicamente, este en el que vivimos y en el que no nos falta perejil para trazar un ámbito caótico, recuerda demasiado a los tiempos más liosos de la I República que en un periodo excepcionalmente breve fue capaz de engendrar las situaciones más difíciles. También entonces había gresca diaria entre los propios ministros, también entonces las sesiones parlamentarias eran pródigas en broncas y peleas, saltando sus señorías de escaño en escaño para batirse a estacazos con el rival, y también hubo en ella dirigentes sobrepasados por las circunstancias e incapaces de afrontar el casi interminable rosario de problemas. El escenario ponía la piel de gallina, con una interminable guerra carlista en el Norte y una situación colonial que exigía un desgaste insoportable en recursos y en vidas, conflictos a los que hubo que añadir la revolución cantonalista de Cartagena, probablemente el episodio más absurdo vivido por esta España nuestra en los últimos siglos. El periodo determinado por este primer ensayo republicano nos obsequió además con la presencia de cinco presidentes en menos de un año, y el glorioso cierre por un desalojo de las Cortes como paso previo a un levantamiento militar que restauró la Monarquía. 

Este tiempo nuestro no es aquel tiempo y los españoles no somos afortunadamente los mismos. Vivimos en un ámbito muy distinto, compartiendo nuestro espacio con otros miembros de una organización socio-política y económica continental y, por tanto, custodiados por la superior autoridad europea. Europa nos marca el paso y no exige, nos advierte y nos pastorea. Pero este sainete permanente que se ha extendido como una mancha de tinta por los pliegues del mantel en el que se apretuja la clase política, no es lo que se dice un ámbito que ofrezca confianza. A mí me da la impresión de que las relaciones entre los socios de Gobierno rozan la toxicidad, y si bien estoy seguro que a nadie se le ocurriría dar un paso adelante para romperlas, también sospecho que estar gobernador por un rompecabezas que para colmo no se tolera no es el mejor método de gobierno.

Dicho esto, no hay más solución que apechugar con lo que toca. La democracia en la que creemos y a la que nos debemos, así lo testifica.

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