Opinión

Tirados por la ventana

Esos alcaldes que se han vacunado contra la pandemia argumentado que las vacunas sobraban han tentado mucho a la suerte

Durante al menos dos ocasiones en el siglo XV y una más en el siglo XVI, -existe una última muy posterior de más dudosa procedencia- los habitantes de Praga decidieron castigar a sus dirigentes políticos incompetentes mediante el enérgico procedimiento de tirarlos por la ventana. En el primer caso, una turba de checos husitas se personó en el ayuntamiento de la ciudad tras recorrer en algarada las calles próximas al edificio municipal, y defenestró uno por uno a siete integrantes del Consejo. En 1483, sujetos de esta misma etnia y religión tiraron por la ventana a dos alcaldes y media docena de concejales con cuya labor se consideraban insatisfechos. Un siglo y pico más tarde, en 1618, aristócratas encabritados lanzaron desde el balcón a dos gobernadores imperiales y un secretario judicial con tan grande fortuna que los tres cayeron sobre un enorme montón de mierda y salvaron la vida. El secretario se desmayó del susto, pero todos se incorporaron sanos y salvos y salieron de allí corriendo. Revolcados de la coronilla a los talones en bosta de vaca y estiércol, pero con vida. Se supone que los checos son muy aficionados a aplicar este contundente método para saldar cuentas políticas, porque en 1948 el único ministro no comunista del gabinete, aterrizó por ignotas razones de cabeza en la acera bajo la ventana de uno de los cuartos de baño de su ministerio. El caso es que su fallecimiento facilitó la formación de un gobierno monocolor en el que todos sus miembros pertenecían al PC. La causa se cerró a blancas y se acabó el problema.

Por fortuna, no somos checos cuyos estados iracundos con sus gobernantes acaban con frecuencia en una defenestración auténtica –defenestración según el diccionario significa también la destitución del cargo que alguien ocupa aplicado de una manera inesperada o violenta- pero tampoco conviene tentar la fortuna en momentos muy delicados. Esos alcaldes que, apelando a la más inaceptable y lamentable picaresca, se han vacunado contra la pandemia argumentando que las vacunas sobraban y se iban a degradar, han tentado mucho a la suerte y han jugado con fuego en un país que tiene la sensibilidad a flor de piel y los abusos de poder y la engañifa fastidian mucho. No somos checos, menos mal. Pero… para cabreos, los nuestros.

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