Opinión

Todos en la luna

Hacía muchos años que no escuchaba esta canción –uno ya está a muchos años de casi todos sus recuerdos- y volví a hacerlo casi por casualidad en la frontera del año que llega y que hemos celebrado casi por parejas, con la boca y la nariz tapiadas ambas por una mascarilla. La canción era “Every has gone to the moon”, un vals suave y sencillo, compuesto e interpretado por un tipo llamado Jonathan King del que jamás volví a oír hablar una palabra, hasta que la curiosidad me ha mordido en el cuello y me he puesto a investigar en qué buenos o malos lugares se metió y dónde ha estado tras aquel brevísimo y mágico instante de reconocimiento que para algunos como él dura lo que dura un soplo, y para otros toma asiento para toda la vida.

Paradójicamente este “one hit wonder” como los entendidos conocen en el ámbito musical a los intérpretes que alcanzan un éxito con una sola canción y no vuelven a lograrlo nunca más –los hay a paladas desde The Cyrcles con “Red ruber ball” hasta Buggles con “Video kill the radio star” o desde The Knack con “My Sharona” hasta las Ketchup y su “Aserejé”- me dejó entonces muy sorprendido teniendo en cuenta que se trataba de una canción limpia y profunda que no tenía nada que ver con lo que se escuchaba en el momento y mucho menos con lo que se producía entonces en el Reino Unido, tomado a la bayoneta por las bandas de rock y pop con el perfil de los Beatles. 

Hoy, a casi medio siglo vista de su puesta en el mercado, un tema que habla de soledad, aislamiento y sinsabor que aconseja salir lo antes posible de un ámbito tan perverso y marcharse a la Luna, posee las suficientes características proféticas como para producir cierto impacto. Los que teníamos entre quince y veinte años a mediados de la década de los sesenta, no sentíamos la necesidad de plantearnos canciones en clave de vacío, tristes y pesimistas, porque nadie entonces podía suponer el rumbo que tomaría el pensamiento colectivo y mucho menos la posibilidad de que la III Guerra Mundial fuera en realidad una pandemia. Pero aquellas palabras escritas por un sujeto de mirada perruna tras unas enormes gafas de concha son hoy un cuento cotidiano. Probablemente  Jonathan King –que acabo en la trena acusado y condenado por asalto sexual- tampoco sabía muy bien que estaba redactando toda una profecía.

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