Opinión

Un torero amenazado

Muchos lectores se han quedado sorprendidos al saber que el último recuerdo que el diestro Rivera Ordóñez tuvo en la mesa de operaciones de la enfermería antes de entregarse a los efectos de la anestesia, no fue para su esposa que está a punto de dar a luz sino para la virgen del Rocío, a la que se encomendó con un ¡viva! emocionado en un trance tan dramático como el que vivió en la plaza de toros de Huesca. Fran Rivera es hijo del mítico Paquirri, que moría corneado por un toro en la plaza cordobesa de Pozoblanco por estas mismas fechas hace ahora treinta años, y el fantasma de aquella tragedia mortal sobrevuela esta cogida impresionante de la que afortunadamente el torero parece que se está poco a poco recuperando.

Los toreros son muy suyos y el código de sentimientos con el que se manejan no tiene por qué coincidir con el de cualquier otro ser humano entre otras cosas porque son sujetos que se ganan la vida poniéndose a cuerpo libre delante de una fiera que pesa más de media tonelada y que corona su cabeza con unos cuernos cuyas dimensiones son aproximadamente las mismas que un brazo humano. Que un torero se encomiende a una de sus Vírgenes preferidas en lugar de acordarse de sus familiares más cercanos en situaciones extremas no tiene nada de particular. Son, y así lo diría Rosendo, maneras de vivir.

Personalmente me he sentido más sorprendido por la vertiginosa vuelta a los ruedos del diestro que por esos otros detalles de la intrahistoria de un percance que ha podido acabar con su vida. La extrañeza se afianza cuando se contempla con serenidad y en cámara lenta el lance porque su visión demuestra que Fran había vuelto privado de facultades y en una forma física ni adecuada para lidiar un morlaco. El toro se le coló ante el capote y el diestro no estuvo fino ni ágil para hurtar el cuerpo como hubiera hecho cualquier otro torero en perfecto estado. No hace falta ser un experto para comprender la forma estelar de Castella o el Juli y entender por qué a Fran Rivera le ha pillado un toro.

Dicen que Fran no ha vuelto por apreturas económicas. Si es así, en lugar de que su apoderado anuncie que ya está pensando en volver, debería a sus 41 años recapacitar y anunciar su definitiva retirada.

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