Opinión

Un hombre de partido

Las prendas más sobresalientes de José Luis Ábalos, ministro de Transportes. Movilidad y Agenda Urbana, son, a saber, la fidelidad a un partido que abrazó en 1981 procedente del Partido Comunista al que pertenecía desde mediados de los setenta, y sobre todo, la amistad que le une al presidente Pedro Sánchez. Poco se sabe por lo demás de su formación, su desempeño profesional y sus capacidades. Se sabe que es hijo de un torero llamado “Carbonerito”, muy comprometido políticamente en tiempos de la República y del que se alimentó una biografía muy lírica como protagonista de festejos en la zona republicana durante la contienda. “Carbonerito” no toreó sin embargo en los festejos que dijo haber toreado -como se comprobó posteriormente ojeando archivos- y tampoco es verdad que se le borrara del escalafón de diestros una vez acabada la contienda, simplemente porque en ese escalafón no estuvo nunca. 

Es tal la costra de opacidad que rodea la vida y milagros del ministro Ábalos que todo lo que cuentan los escritos que hacen referencia a su padre, a él, a su mujer y a sus parientes cercanos –ella es policía local de profesión pero ahora ejerce como responsable de una agencia subvencionada que responde a las siglas Fiadelso dedicada al desarrollo local en Valencia- suena a falso. Ábalos es, también y solo al parecer, maestro de enseñanza primaria, pero no hay huella de su actividad docente. Y en definitiva, él y los suyos viven todos juntos para la política y de la política desde que se encaramó a los mandos del PSOE en su región natal. Desde entonces, ni él ni sus allegados se han apeado del coche oficial.

El problema de este ejemplar de subsistencia política sin la más mínima preparación para responsabilizarse de nada, es precisamente su nula competencia cultural, científica y profesional, que asoma al exterior en cada uno de sus actos y que le convierte en un sujeto potencialmente peligroso porque es poderoso, porque es osado y porque tiene el respaldo de su amigo presidente sin tener ni idea de nada. Por eso comete los graves errores que comete, y por eso no se para en reflexiones cada vez que tiene que plantearse una actuación. Pongamos por caso esta última y lamentable cita con Delcy Rodríguez en Barajas que ha desencadenado una tormenta en relación con la posición española en la crisis venezolana. Y además es ministro… antes de Fomento. Ahora, ya ni se sabe. Un hombre de partido, vamos.

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