Opinión

Un tiempo adelantado

La sucesión de tensiones encadenadas que está propiciando el independentismo catalán se manifiesta en todos los  órdenes de la existencia cotidiana. Ayer se vivió un nuevo episodio de intensidad y debate en un momento claramente ensombrecido por multitud de crispaciones que se dan cita casi todos los fines de semana. El suceso de ayer tuvo su epicentro en la localidad de Cervera en Tarragona de la que es natural Marc Márquez, el campeón del mundo de moto GP que se ha negado a celebrar su título en los balcones del ayuntamiento de su ciudad mientras de ellos cuelgue una pancarta en favor de los presos independentistas  a los que su texto define como “presos políticos" en la línea ideológica que defienden los partidos favorables a la independencia. Márquez –su apellido así lo dice- no es un catalán de varias generaciones, y no está dispuesto a que sus triunfos se instrumenten políticamente porque no tiene ese deseo y en múltiples ocasiones ha hecho público que siente tan español como catalán. Por lo tanto, se ha negado a comparecer en el balcón en tales condiciones, como se ha negado anteriormente a enarbolar la bandera española en las celebraciones propias de sus éxitos, cuando da las vueltas de honor que ratifican cada victoria. Para el campeón, la bandera de su país ya aparece en el podio y él prefiere usar la de su club de motocicletas para no liarse en este recurrente e insoportable contencioso.

La jornada fue, sin embargo, muy tensa y cuajada de hechos desagradables, incluyendo las agresiones con escenario en el metro de Barcelona a ciertas personas que portaban banderas nacionales y provenían de una manifestación que ha recorrido sus calles y ha concitado la intervención de una división antidisturbios de los Mossos d’Esquadra. El aire en Barcelona se corta en estas fechas a bocados y no debe ser un hecho feliz pasarse el día metido en semejantes escenarios. Ayer también, Felipe González se encontraba con Pedro Sánchez en los prolegómenos del XIX Foro de Iberoamérica y le advertía prudentemente de los socios que se ha echado a la espalda. “Llegan con votos y gobiernan con botas” le dijo. No va a servir para mucho pero al menos, Felipe podrá quedarse tranquilo: “ya se lo advertí yo…” pensará.

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