Opinión

Visita vaticana

Por razones que desconozco y que sospecho desconocen la mayor parte de los españoles, el presidente del Gobierno y su mujer se han ido a Roma a visitar al Papa, protagonizando un viaje de Estado por demás sorprendente que no parecía tener cabida en la agenda del jefe del Ejecutivo ni era probable una necesidad perentoria. Pero estamos cada vez más habituados a contemplar las actitudes presidenciales con gesto interrogante, sorprendidos las más de las veces por un catálogo de actitudes que no suelen tener explicación coherente y que el presidente no considera tampoco necesario explicar a los administrados proyectando una suerte de despotismo ilustrado a la usanza del Siglo de las Luces, “todo por el pueblo pero sin el pueblo” que dirían Campomanes, Floridablanca, Ensenada y el propio Carlos III que se hizo famoso por aquello de que “el pueblo es un niño que llora cuando se le lava”. Lo de visitar al Papa no tocaba o el común no sospechaba que pudiera tocar, y no parece tener aplicación práctica alguna porque esa visita se ha despachado en términos muy protocolarios con la encíclica “Fratelli Tutti” como telón de fondo, cuya lectura Sánchez ha decidido recomendar a sus amistades y compañeros de gobernanza como si fuera la novela recién publicada de un amiguete de él y su señora. “Leeros lo del Papa que es muy humano y muy social como a nostros no gusta” habrá aconsejado en sus círculos más íntimos.

Para colmo de situaciones ininteligibles, el Papa le ha advertido solapadamente durante sus palabras de bienvenida, argumentando un discurso con más enjundia de lo que exige supuestamente un encuentro de delicado contenido diplomático en el que ha puesto especial atención en explicar a Sánchez los matices que definen y comprometen términos como nación y patria, tal vez deslizando en este parlamento algunos consejos articulados por un argentino veterano que no desea contemplar como las corrientes nacionalistas trituran la unidad de la vieja tierra de los gallegos. El Papa no es gallego sino italiano, un país el de sus mayores que precisamente practico el sistema contrario. Si España logró la unidad en el siglo XV partiendo de la anexión paulatina que ahora corre peligro de quebrar, Italia no fue una hasta 1870 con la unificación aventada por Manzini, Cavour y Garibaldi. Por eso, el Papa sabe de lo que habla. Sánchez, quizá no.

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