Opinión

Zurich y el bochorno

Como vamos de vergüenza en vergüenza, tras el sofoco de los dos concursantes de un programa de televisión el relevo lo ha tomado el CF Barcelona, entregado desde principios de año a convulsiones que parecían ya olvidadas y al frustrante ejercicio de sentirse víctima de conspiraciones que se urden contra él en el Universo. El manejo de esta campaña a la que prestan amplificación  incondicional los periódicos afines a la causa ha recaído en los anchos hombros del defensa Piqué, y su dedo índice señalando al palco con el que acusa de dirigir el complot en la sombra al presidente de la Liga. Hacía ya algún tiempo que el Barça no advertía la presencia de fantasmas bajo las camas pero ha sido comenzar a flojear y tirar por donde solía, un camino que por naturaleza afecta igualmente al catalanismo activo e iguala por lo vil a ambas causas. Ser víctimas de Madrid, de Florentino, de los árbitros, del ministerio de Hacienda, del Constitucional o de los Borbones viene a ser lo mismo, y a efectos de complejo, el  razonamiento es el mismo si se usa para explicar la derrota en San Mamés que si se utiliza para entronizar el espíritu de la Diada.

Pero el comportamiento más bochornoso ha sido el que el Barça  y sus responsables han mostrado ante la gala de la FIFA en la que Cristiano fue declarado mejor jugador del año y en la que cuatro jugadores azulgranas estaban elegidos para integrar su equipo del año. Por orden supuestamente del entrenador, ni Messi, un Luis Suárez, ni Piqué, ni Iniesta  acudieron a la gala y la entidad azulgrana boicoteó la fiesta y  exasperó hasta el límite a su nuevo presidente quien no se esperaba  semejante vilipendio. Hay un antes y un después de un desplante como el de Zurich, y aunque estas actuaciones no son  ajenas a la manera de proceder del club azulgrana –recuérdese la cabeza del lechón en el césped y recuérdese también que con Guardiola en el banquillo el club se negó a jugar una eliminatoria de la Copa del Rey contra el Atlético de Madrid ambas actuaciones  saldadas  sin sanción alguna- la última es tan ofensiva y deshonrosa que probablemente traerá cola. Fue Iniesta con su proverbial talante quien se encontró en la obligación de pedir disculpas. Iniesta es uno y el resto están en otro índice de valores.
Da la impresión porque es ley de vida, que la desventura azulgrana no ha hecho más que empezar. Por lo tanto, le queda a la entidad mucha herida que lamerse. La vida está hecha de ciclos y así debería de tomarse. 
 

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