Opinión

Postales neoyorquinas de 1973

Todo Asbury Park le parecía a pesar de la brillante luz del atardecer, gris y decadente.” -pone en labios de Ann, la protagonista de la excelente novela del veterano fotógrafo, periodista, pintor y polifacético artista Martín Frías, fundador de la mítica revista de rock Popular 1, donde quien suscribe estas líneas publicó sus primeros artículos y colaboraciones en un medio profesional- .“Pasó por delante del 'Tunnel Of Love', el parque al que años más tarde homenajearía Springsteen con un álbum del mismo nombre. En una ocasión le contaron unos amigos de su padre que Bruce solía moverse por la estatal 71 desde Branch, donde nació, hasta la playa de Ocean Grove, para bañarse y visitar el Parque de atracciones, que le encantaba”. 

No se obvia en este singular relato (“Pasión Inmortal & The Man In Black”, Mandala Ediciones, 2017) el hecho de que esta ciudad fue homenajeada en el primer álbum de un artista que es hoy unos de los más conocidos, reverenciados y admirados del mundo y de la industria del rock, Bruce Springsteen, que en estos días, el 5 de enero de 1973, vio en las tiendas de discos su álbum debut, “Greetings From Asbury Park”. Un álbum que cumple, como disco consagrado en la historia del rock como uno de sus más insignes debuts, su 45 aniversario.

No son pocos los críticos, comentaristas e historiadores del rock en general que aseguran, tesis que comparto hasta cierto punto, que las claves para entender e incluso interiorizar la personalidad más sincera y genuina de cualquier grupo o artista en solitario está siempre en su primer disco, en su debut. Es el trabajo que casi siempre traduce con más precisión las influencias y las raíces más profundas de su sonido, que la mayoría de las veces se diluyen o cambian por completo en siguientes trabajos, y en el que existe un anhelo mayor por darlo todo, por mostrar todo lo que ese grupo o artista es en esencia. A mi juicio, este “Greetings From Asbury Park”, 45 años después y analizando en perspectiva la carrera de Bruce Springsteen, es un disco que entra en esa categoría. 

Cuando Springsteen grabó este álbum, y eso se se nota al escucharlo, no era en modo alguno un advenedizo o un principiante. Sus comienzos en el rock se remontan a mediados de los 60, cuando formó parte de bandas como The Castiles, Earth, -curiosamente, llamados igual que los primeros Black Sabbath y que también trataron de emular a comienzos de 1968 a Cream aunque con escasísimo éxito- Child, con los que viajó en 1969 a California para tratar de hacerse un hueco en la escena del West Coast Rock, y Steel Mill, con los que intentó infructuosamente de salir adelante en su New Jersey natal de vuelta en 1970 tras el fracaso de la aventura californiana. 

Un duro comienzo
De hecho ese duro bagaje le convenció de que su única posibilidad de éxito residía en empezar de cero como artista en solitario y así se relanzó en 1971, aunque recurrió a alguno de sus excompañeros de Steel Mill, como el guitarrista Steve Van Zandt, y otros francotiradores que pululaban por la ciudad como el posteriormente prestigioso teclista David Sancious o el saxofonista Clarence Clemons, del que se enamoró musicalmente cuando le vio en un club con la banda de Norman Seldon. Con ellos formó lo que en principio se llamó la Bruce Springsteen Band, no mucho tiempo después la E Street Band. 

El resto de la historia es más o menos conocida. Bruce consigue que se fijen en él Mike Appel y Jim Gretecos, avezados managers que consiguen persuadir al que fuera el hombre que convenció a la CBS en 1962 de firmar su primer contrato discográfico a Bob Dylan, John Hammond, de que fichen a su joven talento. Hammond, vicepresidente artístico de CBS en la primavera de 1972 estaba ya acostumbrado a que cada manager que iba a proponerle que firmase a cualquiera de sus artistas se lo vendiera como “el nuevo Bob Dylan”, pero cuando escuchó a Springsteen, asegura que por primera vez en mucho tiempo tuvo la certeza de que tenía delante la versión años 70 del judío errante autor de “Blowing In The Wind”. 
Entre julio y septiembre de 1972, mientras Led Zeppelin, los Rolling Stones, Elton John y Humble Pie recorrían en gira América y rivalizaban en récords de venta de entradas, Bruce Springsteen grabó en los 914 Studios de Blauvelt, a las afueras de Nueva York con un presupuesto muy reducido su “Greetings From Asbury Park”. Incluso, y a pesar de que el lanzamiento del disco estaba previsto para la primera semana de diciembre de 1972, decidió sacarlo más tarde para que no se diluyera los lanzamientos habituales de las campañas navideñas.   
Salvo en algunos momentos puntuales de discos como “Born To Run”, “Darkness On The Edge Of Town” o “Nebraska”, quizá solo en canciones como

“Lost In The Flood”, “The Angel”, “Mary Queen Of Arkansas” con su lejana, sugerente y evocadora armónica de sabor folk o la más rockera-dylaniana “It´s Hard To Be A Saint In The City” pocas veces se puede sentir a un Springsteen más cercano, más íntimo y más a corazón abierto que en este disco debut del que celebramos su 45 aniversario. Máxime  si se tiene en cuenta que en el momento de la grabación del disco la banda no estaba en modo alguno consolidada, hasta el punto de que el propio Springsteen grabó todas las acústicas e incluso el bajo en “Blinded By A Light” -el tema estrella del disco, genialmente versioneado en 1977 por la Manfred Mann Earth's Band, llegando al número 1 en USA-  y “Spirit In The Night”.

“Greetings From Asbury Park” no fue en los meses posteriores a su edición un gran impacto comercial y alcanzó infinitamente más repercusión unos años más tarde. Vendió un total de 25.000 copias en su primer año de permanencia en las tiendas, y con el tiempo se fue convirtiendo poco a poco en un álbum de culto absoluto. 

Salto a la popularidad
A pesar de que justo en la época de su gran salto a la popularidad masiva con la edición de “Born To Run” estuvo al borde de la ruina y de abandonar la música debido a las controversias judiciales con su manager Mike Appel, Bruce Springsteen llegaría a ser  uno de los artistas que hoy pertenecen a la aristocracia del mainstream de la industria musical .

“Born To Run”, “Streets Of Philadelphia”, “Dancing In The Dark” o “The River” son clásicos absolutos no ya del rock, sino de la música popular contemporánea y aunque no por ello dejan de ser maravillosas canciones, probablemente el Bruce Springsteen más llamémosle -aunque no me gusta el término por lo manoseado- auténtico, esté en las canciones de “Greetings From Asbury Park”. De lo que nadie puede dudar en cualquier caso es de que aquel Springsteen de 1972, que cantaba crípticamente a James Dean, que narraba genialmente en “Spirit Of The Night” el sentimiento de camaradería y complicidad de esas borracheras con alcohol barato de sábado por la noche entre viejos amigos del barrio o la amargura de la pérdida de un ser querido en “For You” merece ser redescubierto, escuchado y reivindicado. Pocas ocasiones quizá tan oportunas para hacerlo como con la celebración de este 45 aniversario de este gran álbum. ¿Desempolvamos ese vinilo?

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