Opinión

Aquel verano del año 92 en el que todos miraban hacia Seattle

Si hace unas semanas nos referimos al verano del año 1967 como el legendario verano del amor en el que conoció su momento álgido todo el movimiento hippie, Haight – Ashbury y el festival de Monterrey, en estos días es inevitable al cumplirse 25 años de la eclosión de todo el fenómeno Grunge echar la mirada a aquel verano de 1992 en el que toda aquella nueva cultura surgida dentro del rock llegó desde la ciudad de Seattle y se convirtió, aunque nunca tuvo vocación consciente de serlo ni pretenderlo, en una nueva revolución. 

Generación límite
El Grunge, que nació en torno a los años 1989 y 1990, en esencia no vino a ser si no una ruptura, con un alto componente de brecha generacional, con el arquetipo, con los estándares del rock americano de los 80, de aquellas bandas de Hard Rock que sonaban en las fórmulas radiofónicas haciendo un tipo de rock-heavy algo más bajo de intensidad y que filmaban desenfadados video-clips con muchas chicas en coches descapotables para entrar en la rueda de videos de la MTV.

La nueva generación que había llegado al rock partía de otras influencias musicales, rechazaba la estética glam y Hair Metal que había dominado gran parte de los 80 y en las letras de sus canciones, en su mentalidad, en su filosofía, lejos de las letras de partys salvajes, sexo y diversión propios del rock americano de aquel momento, mostraban una visión crítica con respecto a la sociedad en la que vivían y hacían suyo una suerte de individualismo existencialista cargado de insatisfacción y pesimismo. 

Olor a espíritu teenager
Aunque las bandas más relevantes de Seattle compartían una forma de pensar y de actuar que las diferenciaba claramente de los grupos de los 80, musicalmente el Grunge no era un movimiento homogéneo. Al margen de Mother Love Bone, banda pionera del grunge desparecida prematuramente por la muerte por sobredosis de heroína de su cantante Andrew Wood, que fue una referencia natural a todos estos grupos, Pearl Jam en sus primeros discos se sitúan cerca del rock clásico de comienzos de los 70, y no es difícil encontrar en su estilo la huella de Free o Led Zeppelin, así como la de Neil Young, al que  veneraban y con el que giraron en 1995, en cierto modo como sucede actualmente con muchos grupos del llamado estilo americano. Soundgarden en cambio son una formación en la que la influencia predominante es la de los Black Sabbath más primigenios, en tanto en Nirvana o Mudhoney es el punk rock la base de su sonido y sus directos. 

Sin menoscabo que los discos más influyentes en lo que fue el tremendo impacto del Grunge se editaron en el otoño de 1991 (Ten de Pearl Jam, Nevermind de Nirvana o Badmotorfinger de Soundgarden, entre otros) su ascensión a la cima del éxito llegó en el verano de 1992. En cuestión de meses, y por la repercusión tan grande que alcanzaron esos discos, y con ellos el mensaje implícito de cambio que reflejaban, el grunge se empoderó de toda la escena rock. Hasta la moda cambió, camisas de cuadros con las mangas cortadas, gorros de lana, ropa deliberadamente descuidada, camisetas desteñidas de Nirvana y Soundgarden y en general un look que recordaba al hippismo, aunque sin el colorido y la fantasía de aquél.

Y además de triunfar en listas, también los directos de estos grupos, aunque sobrios y desprovistos de cualquier elemento visual en sus puestas en escena, llenaron los festivales de verano y en semanas pasaron de tocar en clubes de cien personas a estadios y anfiteatros. Soundgarden telonearon, en ocasiones poniéndoselo difícil, aquel verano las giras europea y americana de Guns N’Roses, Pearl Jam arrasaron los USA de junio a septiembre y Nirvana hicieron lo propio en Europa, culminando su gira como cabezas de cartel en agosto del festival de Reading, uno de los eventos más grandes que se celebraba en Inglaterra desde comienzos de los 70 solo reservado a los definitivamente grandes. Paradójicamente, debido a los problemas de adicción a las drogas de Kurt Cobain, las actuaciones de Nirvana en Madrid y Barcelona de julio de 1992 fueron desastrosas, aunque por ejemplo algunos miembros de grupos como Vetusta Morla aseguran que aquellos shows les cambiaron la vida y les decidieron a dedicarse a la música. 

Solteros… y sin compromiso
Nunca como en el caso del Grunge una película y una banda sonora fueron el sincero y claro reflejo de todo lo que ese movimiento significaba. Esta cinta, dirigida por Cameron Crowe, se estrenó el 30 de junio de 1992 y se llamó Solteros (Singles) y es el film Grunge por definición. Sus protagonistas son entre otros Bridget Fonda, Campbell Scott y Matt Dillon, que da vida a Cliff, cantante de un grupo de Seattle llamado Citizen Dick, cuyos otros miembros en la película son los propios Pearl Jam. 

Una historia sin pretensiones, con un guión sencillo (se dice que fue la inspiración de la serie televisiva Friends) pero que muestra como fue en su propia cuna, Seattle, ese movimiento musical. A lo largo del metraje aparece el propio Cameron Crowe haciendo el papel de un crítico de rock y el tristemente desaparecido Chris Cornell, vocalista de Soundgarden, haciendo un cameo. Por supuesto, imprescindible su banda sonora, un retrato sonoro del Seattle de 1992 con temas excelentes de Pearl Jam, Mother Love Bone, Screaming Trees, Mudhoney y dos verdaderas delicatesen, "May This Be Love" de Jimi Hendrix y una versión de lujo de "The Battle Of Evermore" de Led Zeppelin a cargo de The Lovemongers. 

Un documento tanto fílmico como musical de primer orden para entender y ahora en cierto modo revivir lo que fue aquel desesperanzado, sincero y honesto pero carente de convicción y de carga ideológica intento de ruptura con el rock más estandarizado, que abdicó de sí mismo y que murió el mismo día en el que Kurt Cobain decidió poner fin a su vida.  n
 

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