Opinión

DESFILES TORTURANIÑOS

La imagen era patética. Una procesión, desfile o como quiera llamarse, de varios cientos de niños, muchos de ellos de poco más de 4 años, cogiditos de la mano de un compañero o amiguito, con andar cansino (muy pocos seguían el ritmo de la música o daban saltos propios de su edad), serios, con aire agotado después de más de una hora recorriendo parte de la ciudad de esta guisa y torturados por una música estruendosa que los rodeaba por delante y por detrás sin posibilidad de escape y a un volumen inaguantable para un adulto y mucho más para un niño de su edad. Las únicas animadas parecían las profes, monitoras o lo que fueran, dando grititos y saltitos de falsa y fingida alegría. Imagino el estado físico de los pobres niños al llegar a la Plaza Mayor, agotados y hechos un guiñapo. 

Espero y deseo que la tortura musical a la que fueron sometidos produzca en ellos justo el efecto contrario al buscado por los organizadores y lleguen a entender que la alegría y la diversión no dependen exactamente del volumen de la música. ¿De verdad a los papás, mamás y a los maestros de las criaturas les parecen estos desfiles divertidos y educativos?

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