No tengo perro, no tengo niños y ni siquiera niñas. Y tengo más de 70 años. Esta es la segunda vez que me veo mayor (que no vieja). La primera que me pasó fue cuando empecé a notar que pasaba desapercibida para los hombres en edad de merecer. Ahora el virus este de las narices me ha convertido en mayor. La verdad es que esto se veía venir. Tanto "tenemos que cuidar a nuestros mayores", "ellos se lo merecen todo", "los primeros abrazos tienen que ser para los abuelitos". y cien cursiladas más. Yo pensaba: estos nos la van a jugar, vamos a ser objeto de su buenismo, su demagogia y sus tontadas. Pues miren… no.
No estoy dispuesta a morirme de aburrimiento en la butaca mas comóda de mi casa, no quiero que me quieran tanto que no me dejen vivir los pocos años que me quedan como me pete y mis achaques me lo permitan. Esto de hacerme “un Rajoy” todos los dias por el pasillo de mi casa no me llega. Quiero caminar treinta kilómetros con mis amigos caminantes, visitar a los amigos que tengo por el mundo y despedirme de la vida con algo más de salero. Si además resulta que los creciditos contagiamos menos que los niños... déjennos en paz. Todo esto sin echar mano de la legalidad o ilegalidad de dejarnos en casa. La gran Merkel ya lo dijo alto y claro: "Encerrar a los mayores como estrategia de salida a la normalidad es inaceptable, ética y moralmente". Pues eso.