No sé qué me cabrea más, si que corten un árbol o tener que, a estas alturas de la vida, con las amenazas que tenemos encima, tener que movilizarme para evitar que corten un árbol. No sé qué me cabrea más, si que corten el árbol o la tontería de crear problemas banales. Cada vez que vienen a verme amigos de fuera los llevo allí, al pie del árbol, a disfrutar de la mejor vista de la Catedral. Hasta ahora nadie se me quejó de que el tal no le dejara ver el bosque, perdón el monumento. Basta con echarse a un lado para tener la visión perfecta.
El alcalde justifica su decisión de quitarlo -o que é non ter que facer!, que diría mi madre-, porque no es autóctono. Hombre, autóctono autóctono no hay casi nada y menos en árboles. Y, si por eso es, ya me lo veo hacha en mano talando media Galicia y parte de Portugal.
Molestarse en cabrear a los vecinos del árbol y a los que pasamos por allí, es una babosada sin nombre
También dice el alcalde que no tiene 25 años -el árbol, no él-. Si nos hubiéramos cargado los árboles menores de 25 no tendríamos ninguno centenario y si esa fecha permitiera acabar con todo, no tendríamos ni Catedral. Resumiendo: perder el tiempo en estas bobadas y hacérnoslo perder es impropio de gente seria. Molestarse en cabrear a los vecinos del árbol y a los que pasamos por allí es una babosada sin nombre. Propongo al señor alcalde que, cual Tita Thyssen cualquiera, se encadene al árbol e invite a los vecinos a echarse unas risas con él, a la sombra del mismo, con un ribeiro en la mano. ¡Venga ya hombre!.
