Opinión

Arte concentrado

He visto, bueno, no, he contemplado para ser más exacta, una escena de “Luces de la ciudad” de Charles Chaplin, película irrepetible como todas las suyas. Reflejan su genialidad y en todas ellas hay un momento inolvidable. Me he reído, he disfrutado como hacía tiempo no lo hacía ante una cinta cinematográfica, tanto en la pequeña como en gran pantalla. Y sólo ha sido una escena. La he repetido una y otra vez porque no me cansaba de verla. En ella estaba concentrado todo el arte visual. Movimiento, coreografía, fotografía, luz, gracia, idea, comicidad a raudales, realización, interpretación y sobre todo ingenuidad… Nada de trucos modernos, nada de digitalización, de explosiones, de excesos… 

Nada. Todo sencillo. Todo en blanco y negro realizado con seres humanos, cinco en total, sobre un ring en el que se celebra un combate de boxeo. Ahí está Chaplin, el genio, la creatividad, el arte en su totalidad plasmado en celuloide. Naturalmente pertenece al cine mudo, como sus mejores obras. Una escena para estudio, alentada por el miedo del púgil que repite tras el árbitro unos pasos de baile con los que trata de zafarse del contrario. Si han visto las películas de este cineasta único, pueden figurárselo. Por supuesto sube a la lona con los clásicos calzones, pero también con su clásico bombín. La risa y la sonrisa fluye sin contención, y uno sube también a ese ring con la imaginación para formar parte de ese mundo que fue, en el que brillaba la agudeza, la inteligencia, el talento… 

En el que la sensibilidad del actor, director, guionista y compositor, realizó obras que quedaron como ejemplos para la posteridad y para deleite de quienes reconocen el buen cine, o para aquellos que, de alguna manera, adoran la belleza. Ahora, como siempre, hay obras cinematográficas excelentes, como no. Pero generalmente el cine se ha infantilizado. Hace años los “héroes” eran “normales”. Ahora vuelan, achicharran al enemigo con rayos en la mirada, todo lo pueden, su aspecto es monstruoso, al que los espectadores se acostumbran fácilmente, porque el cine “se ha hecho pequeño” con remakes, o mucha acción, sin permitir un poco de respiro. Se echa de menos el cine negro de verdad, los grandes musicales sin historia pero gloriosos, y sobre todo, se echan de menos los diálogos inteligentes, -“Miénteme, dime que me quieres”. -“Te quiero”. 

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