Opinión

Caballero lanza en ristre

Es tiempo de recogimiento, de silencio y soledad, de dolor por los muertos que no vemos pero sí sentimos, de desear consuelo a aquellos que sufren pérdidas irreparables. Es tiempo de reflexión serena, de lectura, de revivir pasadas emociones transmitidas por los grandes, a través de sus obras inmortales. Todo está en los libros, decía la canción. Libros que nunca se abrieron y otros releídos, pero siempre nuevos. Libros que perduran porque siempre son actuales por muchos años que pasen, por muchos siglos por los que se sucedan las distintas generaciones, porque ellos mismos seguirán vivos. 

Entre todos a destacar, podemos referirnos, claro está, a esa obra que nos toca tan de cerca, tan nuestra, tan entrañable, y que con tanto orgullo, deleite y notoriedad ha enriquecido a la literatura universal, por lo que hace pensar y por las enseñanzas que contiene. Divertida, original, ingeniosa, aventurera, símbolo del idealismo o de la locura. Caballero, lanza en ristre, desfacedor de entuertos, valiente luchador y justiciero en un mundo imaginario, un mundo imposible. ¡Ay, Don Alonso Quijano, cuánto te haces querer! Quijote irredento, fiel retrato de la idiosincrasia española, tan particular, tan suya. Dejo de teclear unos momentos para escuchar la música que produce la lluvia suave y tupida, que limpia la atmósfera de impurezas acumuladas. El agua benefactora empapa los árboles, ablanda la tierra y hace brillar la hierba. Tras las últimas gotas sale el sol y todo se ilumina con luz dorada, como si la naturaleza se estrenase ante quien la contempla. 

Los cristales de las ventanas secan su llanto, las ramas sacuden el agua cobijada en sus hojas, los pájaros bajan de sus nidos y las ardillas aparecen nuevamente como por arte de magia. El exterior, reinicia su actividad. Da la sensación de que se enchanchan los pulmones, de que se llenan de aire fresco y sano. Todo es libertad o al menos lo parece. Y ante este sentimiento tan profundo de paz, vuelvo a recordar: “La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Escribía Miguel de Cervantes.

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