Opinión

Cambio de hora

Volvió a pasar. Hoy reflexiono sobre ello, me fijo en los relojes y cavilo sobre cuánto va a durar la nueva hora. Las esferas me miran con desconfianza. “¿Qué es esto de cambiar mi orden de vida”?, me reprochan. “Y la mía”, les respondo. “¿A qué se debe?”, me interrogan. “Y yo qué sé”, les contesto. “Hay un desacuerdo en cuanto a la luz natural y la de la bombilla”, les explico. Es muy bueno hablar con todo lo que te rodea, porque nunca te llevan la contraria y evitas disgustos y malas caras. “Debaten, prosigo en diálogo animado con las manecillas que marcan el tiempo, que si se ahorra, o no se ahorra de esta manera”. “Pues vaya, se mosquean ellas, o sea que depende”. “Sí, claro, depende de lo que determinen los señores mandamases, después de deliberar sobre ello”. 

Las pobres no entienden esa duda metafísica del sí o el no, la conveniencia o la inconveniencia de adelantar o atrasar. Yo tampoco. Porque el recibo de la luz siempre sube. Es que esto de la economía con respecto a la energía eléctrica, o a lo que sea, no hay quien lo entienda. Todos exponen sus teorías, pero nadie acierta. Sólo posee la verdad el “pagano” al salir del supermercado: “¿pero esto qué es? dice alarmado, no llevo nada y gasté el sueldo del mes”. Esta es la verdad. El ciudadano es el que más sabe de economía, de ahorro y estiramientos, sin necesidad de ir al gimnasio. En lo del ahorro energético nunca se ponen de acuerdo los próceres que discuten día sí y el otro también sobre el dichoso cambio de horario. Pero hay que levantarse con una hora de más, o una de menos, según sea la estación del año y lo que manden. 

El asunto es un tanto aburrido, aunque si bien se mira, da que hablar, y eso siempre es de agradecer. Mientras se discute de la hora pues el alma se serena, porque no es cosa grave, y a otra cosa mariposa. Hay que cambiar la hora, anuncian pomposamente. Y la cambiamos. Los relojes se quejan, los ciudadanos se quejan, el sol se queja de que lo ninguneen y la tierra se queja de que no se respeten sus claridades y sombras naturales. Los pájaros no se quejan, pero también notan algo anómalo al ir a recoger las miguillas. “Vaya, dicen, hoy han desayunado antes, que raro”. Pero siguen picando. Como todos. En el último cambio se me cayó el viejo reloj. Ya ni atrasa, ni adelanta. Me quedé sin hora. Y creo que eso fue lo que gané.

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