Opinión

Coleccionistas

Qué raro es el ser humano: tosco, romántico, aventurero, generoso, ambicioso, retraído, desconfiado, abierto, alegre, apasionado, gruñón, maniático… Todo un mundo. Y dentro de ese mundo que respira, se encuentran todos los misterios. Algunos en vías de descubrimiento, y miles por desvelar, si esto llegase a ser posible con el tiempo. Una de las pequeñas o grandes cosas que llaman la atención es la afición que existe por el coleccionismo. Aquí entra el universo entero. Todo tiene la capacidad de subyugar al coleccionista. Al que se inclina por aquello que le puede reportar una fortuna suculenta llegado el momento, como por ejemplo sellos de correos, al que no mira el valor crematístico de su tesoro, que pueden ser simplemente vitolas de puros, o envoltorios de caramelos. 

¿Qué es lo que mueve a esta afición tan generalizada? ¿El placer de poseer algo que no tienen los demás? ¿La aventura de la búsqueda? ¿El entretenimiento? ¿Ocultar en ocasiones, lo que se tiene por preciado? ¿Qué valor tienen los botones, los pines, los encendedores, los llaveros, los discos, las tazas, las chapas, y los recortes de prensa? Por supuesto que están los coleccionistas de antigüedades, de joyas, de monedas casi extinguidas, de obras de arte, y tantas y tantas maravillas sólo al alcance de quien puede, o de los tan apasionados, que al final, sin grandes recursos, las consiguen. Todo puede ser posible. Dicen, que todo es querer. Sin embargo, no se necesita de grandes fortunas para coleccionar determinados objetos. Hay coleccionistas con gusto por la belleza y otros no, depende de cómo se mire. También los famosos son aficionados a este juego. 

Por ejemplo, Angelina Jolie, colecciona cuchillos, Tom Hanks, máquinas de escribir antiguas. Las máquinas de escribir y de fotografía, o aparatos de radio, tienen mucha aceptación. Leonardo DiCaprio, prefiere por los juguetes de otras épocas, y Demi Moore por las muñecas de porcelana. Hay artículos especialmente favoritos como los zapatos. A Whoopi Goldberg la enamoran. A Amanda Seyfried, los animales disecados, y a Elton John, las gafas de sol. ¿Qué tienen estos objetos para atraer tanto? Unos trozos de papel, adquieren para el coleccionista de los mismos un valor incalculable, pero no económico. ¿Qué mecanismos se activan en la mente para que así sea? Un curioso misterio para investigar.

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