Opinión

Desde mi ventana

Desde mi ventana veo lo que me rodea y me parece una maravilla compleja y matemática que habría que cuidar con sumo afán, ya que todo lo que se acerca a la perfección es en sí mismo vulnerable. Cada vez que se coge algo hermoso, se hace con cuidado en la procura de que no se rompa ni se roce. Se admira y se vuelve a colocar en su sitio con toda delicadeza. Si algo se deteriora, se siente que ha sido maltratado por las circunstancias o el tiempo, un sentimiento de pena nos invade. En los museos, los cuadros, las esculturas, se contemplan y comprenden sintiéndolas en el corazón. Esos ojos plasmados en el lienzo que miran tan de verdad, los complicados encajes que se superponen, los terciopelos y los satenes que resplandecen en sus aguas, el oriente de las perlas que sale del cuadro. 

Es el espíritu de la belleza lo que se percibe. Si se lee un poema, o se escucha una música, su sentido queda atrapado en la sensibilidad como algo cálido que inunda el ser. ¿Por qué infunde ternura un animal y se le llega a querer tanto? ¿Por qué fascinan las flores? ¿Porque las fuentes serenan? Tal vez porque son pura esencia. Este planeta es, o podría ser un paraíso, pero como todo lo que existe, tiene también su parte oscura, y sin ella, sin esa referencia terrible que oprime y asusta, jamás se podría valorar lo positivo. Se vive con la noche y con el día, pero hasta en el rincón más negro puede nacer la vida. 

Me viene a la memoria la historia de Pandora, la primera mujer creada por Hefesto después de que Prometeo desafiando a Zeus llevara el fuego a los humanos. Caprichosas las divinidades siempre en gresca ellas, generalmente por envidias y venganzas. A fin de cuentas fueron hechas a imagen y semejanza de y por los hombres. El caso es que Pandora fue la encargada de guardar una caja (o ánfora, según versiones) que contenía todos los males y todos los bienes del mundo, con la condición de que nunca la abriera. Pero, ay, Pandora la abrió y el contenido se expandió por el aire. Los bienes volaron junto a los dioses, al sol que más calienta, y los males se quedaron entre los hombres. He ahí, según el relato mitológico, el porqué del sufrimiento en la tierra. Sin embargo, no todo fue desgracia, porque como ustedes queridos lectores recordarán, en el fondo de la caja quedó intacto el más preciado de los bienes: la esperanza.

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