Opinión

Disparador automático

Con la pandemia ha cambiado todo: estilo de vida, investigación, economía, comunicación, convivencia, vida social, costumbres, ocios, farmacopea… Sólo queda la adaptabilidad a la nueva dimensión en la que ya se ha entrado de lleno. El pasado no será pasado. Será olvido. No existirá. Las nuevas tecnologías para bien o para mal, han llenado el espacio que ocupaba el ser humano. Los inventos sustituyen el trabajo, el quehacer. Lo anterior no sirve, es viejo, inútil. Hay que ir a lo práctico. Pero se añora, se echa de menos, duele dejarlo atrás. Ahora todo se soluciona por teléfono con respuestas de otros artefactos y más teclas. Se acabó lo presencial, la imagen humana, la explicación cara a cara, el contacto visual directo, sin intermediario. 

El ordenador y el teléfono son el centro de la vida. Usted no necesita que alguien le cuente un chiste, ya hay un aparato que se lo cuenta. La pandemia hace robots sustituidos por otras máquinas metálicas, o no, que toman la delantera. Ya no es necesario pensar. Esa gracia queda reservada para unos pocos seres que, en laboratorios de todo tipo, tratan con denuedo de crear más ingenios que posibiliten el continuar camino, continuar hacia adelante. Todo se hace más fácil. Pero parece frío y desconsolador. Sin embargo, así será hasta que la costumbre lo convierta en normalidad. El ser humano ha llegado hasta aquí por el don de la adaptación. Pero no hay que olvidar que también es explorador, aventurero, curioso y osado. Y ahí está la esperanza de que no pierda esa humanidad ahora solapada tras la mascarilla, porque también es miedoso. Y habrá que llevarla por algún tiempo, sí o sí. 

Y no valdrán disculpas de ningún tipo, formarán parte de la fisonomía humana. Bill Gates, cofundador de Microsoft, “pone fecha” a la próxima pandemia en una entrevista concedida al programa “Meet the Press”, de la NBC. Tal vez por ello el youtuber Allen Pan, ha creado un disparador de mascarillas que evitará el contagio si a alguien se le olvida llevarla en público. Ese ingenio fue creado por diversión, pero ahora se considera algo muy serio. Y este arrojar a la cara, me recuerda el momento clave en el que, en la película “Alien”, el huevo se abre y el bicho-bebé se dispara al rostro del astronauta. Una escena terrible porque le insemina por la boca. Claro, que eso no es esto. Afortunadamente.

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