Opinión

Ese monolito

Es interesante la influencia que tiene sobre el ser humano aquello que le rodea. Eso es lo que le hace. Sus cinco sentidos avivan todo lo que guarda en el interior de esa caja que sostiene sobre su cuello: un universo todavía sin explorar, y que ahora, día a día, la ciencia hurga en él para conocer sus secretos más recónditos. Y entre esos secretos, está la inocencia, la esperanza, el deseo, la curiosidad… Cosas que aún no se sabe en qué lugar de la masa gris residen, pero que se comparten con muchas especies de animales. La curiosidad por ejemplo, es una seña de identidad de los gatos. Y se podría decir, que la inocencia está en los perros. Tal vez pensar así sea un error, pero cada cual es muy dueño de observar y calificar sus impresiones. 

Hace poco tiempo saltó la noticia de que unos agentes, en servicios de seguimiento, habían descubierto un monolito situado en un punto remoto del desierto de Utah, Estados Unidos. Un monolito que se parecía extrañamente al que Stanley Kubrick creó para su famosa película, “2001: una odisea del espacio”. Bien, el hallazgo fue como un revulsivo para todos aquellos que sueñan y esperan. Las especulaciones se multiplicaron y como era de suponer se pusieron en movimiento patrullas de policía de tierra y aire para averiguar lo que era aquello. Como es lógico, todo quedó en agua de borrajas. Se teorizó sobre la obra de algún artista de la nueva ola, o tal vez un fan de Kubrick. 

Sea como sea, lo que importa en este caso, es la extrañeza y expectación que trae consigo cualquier cosa inusual que suceda. Máxime si viene acompañada de un cierto misterio, y más todavía si ese misterio presupone una señal que el arte o la literatura ya anticipó en la ficción. Porque, ¿hasta qué punto la ficción es tal? ¿Acaso la actualidad no informa a diario de descubrimientos que ni se imaginaban, y en todo caso se creían imposibles? Gracias a esa inocencia o ingenuidad del ser humano, junto a la curiosidad y la esperanza logró que llegara hasta aquí, para seguir su odisea, y ahora sí, del espacio, aunque el 2001 ya esté lejos en el tiempo. Sea como sea, el falso monolito disparó la idea de que el humano no está solo. Algo en lo que la ciencia trabaja hace años teniendo en cuenta “Que existen más cosas entre el cielo y la tierra que las que sueña tu filosofía”, dice Hamlet a Horacio. Shakespeare.

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