Opinión

Especies inferiores

Siempre que hay un siniestro, la persona, antes de salvar la propia vida, piensa en poner a salvo la del ser querido o la del más débil; la del fiel animal de compañía o el objeto que lo representa todo para ella. Sabemos, y lo hemos comprobado en reportajes y en el cine norteamericano en infinidad de ocasiones, que cuando existe un atentado o motivo de alarma, todos aquellos que rodean al presidente de la nación se lo llevan casi en volandas a un lugar seguro y tal vez secreto, lejos de todo peligro.

La vida del presidente es en esos momentos la vida absolutamente de todo el país. Mientras tanto, todos los cuerpos especializados en el salvamento de los presentes en el desastre, en el traslado de las víctimas, la averiguación de los hechos y la captura de los delincuentes o asesinos, se ponen inmediatamente en marcha. Bien, todo esto diríamos que es normal porque corresponde al comportamiento racional humano. Sin embargo, este sentimiento de protección y auxilio es también muy común en determinadas especies llamadas inferiores.

En un estudio difundido por Public Library of Science, debido a la investigadora Jessica Purcell y su equipo de la Universidad de Lausana, en Suiza, se concluye que las hormigas, ante una inundación, lo primero que hacen, es salvar a la reina y sus pupas en balsas construidas con los cuerpos de la propia colonia. La investigación incide en cómo los organismos sociales se unen colectivamente para superar la lucha contra los problemas de tipo ambiental. La unión absoluta de estos grupos organizados es la que garantiza el éxito de la operación, que por sí mismo no lograría ninguno de los individuos en solitario.

No sólo los seres pensantes son capaces de estructurar y regular las sociedades en las que viven. Las dotes, características y potencias están muy repartidas en el mundo y no solamente el ser humano puede presumir de ellas. En un trabajo sobre los primates llevado a cabo en la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y publicado en la revista Current Biology, se pone de manifiesto que los antropoides son capaces de recordar situaciones y datos de un pasado lejano, como por ejemplo determinados usos de herramientas. El experimento sugiere que los grandes simios tienen memoria autobiográfica. Por tanto no viven exclusivamente confinados en el presente como se pudiera suponer.

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